JUAN ANTONIO ZUBILIAGA
E IRONIAS
(PÁGINAS DEL PERIODISMO)
MONTEVIDEO
« SERRANO, Editor
“CÉRVANTES»»
j)-^CalIe Andes— 1370
SÁTIRAS É IRONÍAS
JUAN ANTONIO ZUBILUGA
SATIRAS E IRONIAS
( PÁGINAS DEL PERIODISMO )
MONTEVIDEO
JOSÉ M.‘ SERRA-NO, Editor
l-IBReRlA “CERVANTES”
1370-Calle Andes— 1370
1913
El Siglo Ilustrado**, de G. V. Marlño, San José, $38
S^/lattano c/e ^^^ancioco ^¿¿tt'^utu:
Doy á la publicidad solicitada por un impresor^
algunos de los bocetos improvisados cotidianamente
para completar aquella primera página redactada
en tan honrosa compañía, en ese elevado exponiente
del espíritu y de la cultura argentinos, que en la
prensa de Buenos Aires se llama La Mañana”,
Escritos junto á ustedes, en*tas últimas horas de
la noche, y casi siempre después de “producir” ese
artículo tan exigente como ingrato que constituye
el “editorial”, no son más que la impresión de la
realidad conservada por la memloria de las observa-
ciones- del amibiente, en esa y en esta república, y
se los dedico en recuerdo de aquellas inolvidables
veladas de redacción en que tuve oportunidad de
apreciar los talentos y las dotes morales que les dis-
tinguen.
La necesidad de acumular originales hasta com-
pletar un libro, m)e ha obligado á agregar otras
6
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
sátiras poUticas publicadas anteriormente, como las
tituladas si Pats de Aquellos’* — que aparecie-
ron en “La Razón”, de Montevideo, cuamdo fui
director y redactor de, ese diario — ó de fecha pos-
terior, como “Museo de Maravillas” , solicitadas,
y escritas últimamente, para un número extraordi-
nario de “El Telégrafo Marítimo”, el diario más
antiguo en los-paises del' Plata.
Montevideo, Agosto, de 1913.
Juan Antonio Zubillaga.
GENTE EXIMIA
(1) De cLa Mañana», de Buenos Aires, órgano del cual el Autor ei'a sub-
director en 1911-12.
GENTE EXIMIA.
Cuando se contempla detenidamente, el espec-
táculo que ofrece la sociedad, en sus núcleos polí-
ticos, literarios, artísticos, científicos, especulativos,
ó mundanos — en su vida de la calle ó de salón — se
ve que se destacan como relieves de la homogenei-
dad total y del nivel común, fisonomías morales, ó
intelectuales, que, por lo que las singulariza, cons-
tituyen tipos atractivos de la mayor atención del
observador .
Distintos de los que en otros .continentes mues-
tran |as diferentes esferas de las sociedades más
organizadas por la edad y la civilización acumulada,
quedaron, como son, en la retina de quien les viera,
y van á desfilar aquí reprodudidos fielmente de la
realidad .
UN ALMA ECUÁNIME.
Este afirma qu€ el d^arrollo del espíritu erítieo
ique de antiguo se manifestara en todos los órde-^
,nes de la sociedad, ha progresado tanto en el país,
|que ha concluido por incorporar un despotismo nue-
|VO en el . ambiente político : el de -la sátira eterna-
mente escéptica ante los móviles de la conducta.
, “Ya aquí no se permite ni el elogio, que puede
ser apenas una forma de la justicia que todos debe-
mos al prójimo, cualquiera sea su condición, dice,
•y los . que como yo, agrega, se sienten capacitados
^or impulsos irresistibles, que son característicos
de su idiosincrasia, para ejercer ese elevado ininis-
jterio moral con los semejantes, viven perpetuamen-
te bajo el restallar de ese látigo invisible que se
hace sentir en la reputación dejando como cicatri-
ces la interpretación inconveniente de los propósi-
tos, en todos los actos de la vida.”
T tal como lo asegura, así sucede : él, queriendo,
¡como afirma, hacer justicia, aunque nadie se la pida,
,sólo por esa aptitud de que habla, y que le lleva á
expresar -á cada uno lo que sabe que más le va á
agradar, cumple cotidianamente con el deber de elo-
giar cualquier cosa admirable — pues á él no le im-
sítibas é ironías
porta que haya mucho ó poco motivo-^que como
fácilmente se comprende, tiene que haber con fre-
cuencia en los que ocupan las posiciones más eleva-
,das en el mundo- oficial, y en cada uno de esos actos
ide la equidad suya, infaliblemente, están destinadas
sus intenciones á verse interpretadas de la manera
más desfavorable.
, “Es evidente, exclama, no hay forma de inter-
.pretar justicia á gusto de todos, y si yo, en vez de
pasarme la vida felicitando á los que me parece
^ue lo merecen, me dedicara á reprobar á cada uno
de los que no proceden en forma satisfactoria de
lo que es mi ideal en la conducta de los otros, tengo
Ja convicción de que tampoco me justificarían, y
sería calificado arbitrario, intransigente y cruel con
jlos desvalidos, porque sería apenas sencillamente
.natural que habiendo aparecido para mí, hasta aho-
ra — y por casualidad, nada más que por casualidad
— todo lo plausible, y todo lo atrayente de las
lisonjas de la justicia mía, 'sólo entre los más po-
(dercsos, entre los que pueden recompensar mejor,
lógicamente corresponderían mis más desfavorables
fallos á aquellos que no ihan interesado, hasta aho-
ra, la función justiciera que siento necesidad de
ejercer en mi camino.’^
“Presidentes, ministros, altos dignatarios del es-
tado, funcionarios superiores en todos los poderes,
cuantas personalidades dirigentes se sucedieran en
todas los órdenes de la 'administración, desde hace
12 1 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
muchos años, van mereciendo continuamente, con
sus virtudes, con sus talentos y con su laboriosidad,
^el .reconocimiento y la gratitud de todos los que,
eomo miembros de la sociedad así beneficiada, par-
ticipan de la utilidad y el honor de todas esas cosas
^•cuando eso sucede y á todos alcanza el deber de
^agradecer el bien recibido: ¿podría permanecer in-
diferente, yo — ^yo que por esa necesidad de hacer
justicia, con que .he nacid'O, parezco mandado bus-
car para eso — y no corresponder al beneficio de
que disfruto en la distribución del bien público
que hacen! todos los miembros superiores de cual-
quier gobierno, por una flaqueza indigna de mí, que
me hiciera retroceder ante el temor de ser inculpado-
de adulación?”
“¿Quién podría sostener esto?”
Nadie.
EL DEL PRESENTIMIENTO.
El ha llegado á realizar la suprema aspiración
ds su juventud: interviene en la elaboración coti-
diana de ese indispensable instrumento de gobierno
que se llama la ley.
Sólo que como todos los que se entregan abnega-
I
damente á.esas tareas trascendentalísimas para la
prosperidad nacional y la f elicidad pública, son '‘es-
tadistas hasta donde se lo permite su inteligencia,
su ilustración y su experiencia: él paga tributo á
esa necesidad .común .á los que valen y á los que
no sirven para legislar, y su acción no va más allá
de lo que ve, de lo que sabe, y de lo que ha ensa-
yado en el grado posible á sus facultades.
“Yo soñé esto que nos sucede al país y á mí,
casi desde la infancia”, explica siempre que se cree
obligado á hacer historia de su ‘vida pública, .ante
personas que supone ignorantes de lo que fué y es.
“A veces, en la niñez, hay presentimientos del
destino”, agrega, “y yo, desde las bancas de la
escuela comprendía que había nacido ‘para estar
sentado: era evidentemente una tendencia innata
que, pasados muchos años de alimentación, ejercicio
y aire libre, debía en lejano día llevarme hasta don-
14 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
de es preciso estar para ser individuo del poder
legislativo, y compartir con otros que valen tanto,
menos, y más, la enorme responsabilidad de con-
ducir los pueblos á su destino. ’ ’
“Así, pues, desde muy temprano, tuve la visión
de la realidad de hoy, porque doquiera estuviese y
cualesquiera fuesen las cosas, los sucesos, ó los hom-
bres, que atrayeran mi atención, desde los tiempos
más lejanos alcanzados por mis recuerdos, sentía
algo que en todo hablaba lenguaje inteligible sola-
mente para mí y me hacía entenider lo que estaba
destinado á ser : era como la voz de mis aptitudes,
y el llamado de mi porvenir, que me decían, sién-
tate, y sé lo que tu destino y el de tu. pueblo ne-
cesitan para cumplirse. ’ ’
Y como lo dice lo hace: por aquella tendencia
que advertía, según él, desde los bancos de la escuela,
y por la voz de las aptitudes ‘que se reconocía, al
empezar la vida, helo hoy ahí convencido, y conven-
ciendo, de que efectivamente legisla como esperaba
y tenía que hacerlo.
ANTICIPADO.
Ya lo están cansando con eso de la sencillez del
estilo que continuamente le piden cuatro amigos in-
comprenSlvos, y no les va á hacer caso.
¡Valiente hazaña decir con sencillez!: lo que
puede cualquiera que no tiene el sentido de la ter-
giversación genial de las ideas ; obra peculiar de los
espíritus simples, de cuantos no experimentan el
vértigo de las complicaciones mentales.
Como lo anuncia sucederá, y no les hará caso,
pues hay que permanecer á la altura de lo que se
sabe que se vale, y el que, con lo que él lleva en el
cerebro, no sea capaz de la virtud de esa resisten-
cia á las influencias de los afectos, en vez de obsti-
narse en la producción intelectual debe desistir de‘
todo y renunciar á la gloria. •
Lo que es á él no lo llevan á la simplicidad de
forma que caracteriza la obra de los mediocres, de
los sabios, de los literatos del realismo y de la es-
cuela naturalista ; y no se dejará llevar porque tran-
sigir con los ambientes inferiores es obligarse á
competir con los que no permanecerán en la me
moria pública más allá de la vida de sus genera*
ciones : sería el caso del águila que se eleva en su'
1&' JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Vy
Amelo mirando al Sol, foco de la más intensa luz,
sin pestañear,- y que en una jaula junto al suelo, se
ve aventajada y humillada por cualquier ave de
corral que para volar no siente rompérsele las alas
en su Prisión.
Por eso seguirá cultivando su estilo retorcido,
entrelazado de sutilezas que él entiende, de habili-
^lades que muchos no ven y á él dejan satisfecho,
y cada vez más convencido de que hace obra extra-
ordinaria .
Y hagan otros eso de la naturalidad en el decir :
quienes aunque ahora se vean celebrados, sabe él que
siempre serán los que no pueden comprender su obra
de complejidad psíquica, tejida laboriosamente; su
obra destinada á la inteligencia del hombre del por-
venir, la que dura siglos y va á la posteridad.
¡ Si pudiera vivir entonces, cuando no queden
nombres de los que hoy tienen apenas la gloria de
una sociedad atrasada algunas centurias á él!
PERGAMINO.
¡Lo que conservan las tradiciones! ¿Qué abuela
no sabe para la instrucción del nieto, el origen
modesto del personaje de boy, y la prosapia ilustre
del mendigo aetual?
¡Y cuánta indiscreción!
¿Quién calla lo que, contra los distintos aspectos
de los trajes, degrada al uno y ennoblece al otro?
¿Cuál es el poseedor del secreto de la verdad infa-
mante, ó dignificadora, que no le entrega á la cib-
riosidad ambiente para la maledicencia que mancha,
ó la celebración que ilustra?
Por eso hay sonrisas en los labios, y maliciosa
inteligencia en las miradas de aquel buen vecinda-
rio, cuando Pergamino, que tiene fortuna y viste
caro, afirmar que por herencia de sangre ultrama-
rina, y más antigua residencia allí, él y los de él
son la aristocracia en la 'sociedad de la capital de
uno de los países del continente inferior del último
hemisferio descubierto y civilizado.
Y, en vano, de cuando en 'cuando, algún compa-
decido se da el trabajo de explicarle que en las
naciones, , ó ciudades, de origen plebeyo, donde no
hay nobleza, ni antigüedad, para que se sucedan
2
18 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
generaciones aristocráticas de esa laya, únicamen-
te la decencia, la ilustración, el talento, ó las como-
didades y refinamientos de la opulencia alcanzada
con honradez, eso, y nada más 'que eso, es lo que
en la realidad establece la distinción de clases en-
tre las gentes; y que infatuarse porque los ante-
pasados fueran de los primeros humildes descono-
cidos que la miseria, ó la avidez — nadie vino en
viaje de placer á colonizar la América — arrojara
en las play^as dónde, más tarde, el tiempo y la pobla-
ción harían ciudades, apenas puede significar un
elocuente síntoma de muy compasible inferioridad
y
intelectuaL
Todo es inútil, pues él — raquítico, atraserado,
cuelli-erguido y pasicorto— perdura convencido de
que es superior á los demás, y se cree más fuerte,
inteligente, noble, elegante, y cualquier, cosa, que
los otros, por la mágica virtud de aquellos -azules
globulillos que él supone en su sangre, y de los
cuales, aunque no ha podido ‘verles ni una vez, le
hablan Siempre los viejos papeles que colecciona
y enseña, complacido, como los títulos que garanten
su diferencia con -los demás mortales. .
¡ Suerte, para él, que en su constitución mental
lleva la aptitud para las satisfacciones que en su
vida hacen la 'dicha!
UN ELEMENTO AVANZADO.
Este afirma que es, en la especie, hombre supe-
rior, y en el país, mejor que sus connacionales.
Dice qué quiere redimir al género humano; pre-
dica ideas que llama de progreso y lee en los libros
de los que las concibieran; se viste estrafalaria-
mente; adopta actitudes, maneras, gestos; usa me-
lena, habla, perora; con cualquier pretexto dice
que cree que tiene dignidad y que necesita defender
su honor; procura discutir con las personas que
valen, para que se le suponga igual; duele á los
que trata; y Siempre sorprende y vive ’así : de eso
y. por eso.
Tiene sus horas de acción á su manera, y sus
días de glorióla sui géneris: cuando hay manifesta-
ciones populacheras de protesta ó simpatía por cual-
quier cosa.
Entonces parece el genio del tumulto ; trepa á un
banco de la plaza pública, ó sobre una mesa en
cualquier calle, y con aquellos ademanes que él se
sabe, y aquella gesticulación del rostro, que adqui-
riera en su aprendizaje de los grandes agitadores;
relampagueante la mirada, fruncido el entrecejo, en
síntesis, cómo cree que está mejor : arenga, exhorta,
20
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
implora, amenaza, y casi ladra; señala al cielo,
apunta á la tierra, se torna hacia los cuatro vientos
cardinales, se hiergue sobTe las puntas de los pies,
se agacha hasta quedar en cuclillas, y profiere de
todo . . , hasta que, á su vez, la autoridad interviene,
le hace callar, le baja del banco, de la silla, ó de la
mesa, y le lleva, 'mientras él, según le parece más
conveniente, adopta el aprendido aspecto de ilumina-
do, y entre un golpe á un guardián del orden públi-
co, y una caricia — que se la figura estética — á su me-
lena, grita con voz estentórea: ¡Abajo la fuerza
bruta y arriba los derechos! ¡Muera la tiranía y
viva la libertad!
Después, en los días siguientes, lee toda 'la des-
cripción de la hazaña en la crónica policial de
algún diario, y se contempla en una página de
cualquier semanario ilustrado.
Así cree en su existencia significativa é impor-
tante, se supone admirado, y cuando sale de la
cárcel va más extraordinario por la vía pública,
y mira orgullosa y despreciativamente á los tran-
seúntes .
Pasado algún tiempo, otro día se repite todo esto.
INCOMPRENDIDO.
Parece fatal, en ciertos hombres, la incongruen-
cia entre los propósitos y la apariencia de los aetos.
Este afirma que no ha hecho otra cosa en toda
su vida, más que amar la libertad, y dice que posee
la convicción de haberla practicado siempre; pero
sabe que no ha tenido la suerte de que se la reco-
nociera en su conducta.
Dice :
“Desde que me sucedió la desgracia de padecer
la seducción de la vida pública, y la política me
arrebató al estudio en que pasaba mi vida por amor
á la ciencia, no he hecho más que proceder con
libertad y ser acusado de incondicionalismo; ejer-
cer la independencia que me es posible por la alti-
vez de mi carácter, y oir infaliblemente la censura
de mi desvergüenza”.
‘ ' i Qué manera de entender la sinceridad que yo
sé que tengo!”
“¡Y si fuera uno, ó apenas los adversarios!;
pero son todos, indistintamente : igual los que están
enfrente que los que están en las mismas filas y á
mi lado.”
“Nunca se ha visto tanta inocencia peor juz-
gada.”
22
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
“¿Se trataba de elecciones de diputados, por
ejemplo, y yo, en uso de la mayor libertad que me
agrada ejercer, visitaba á los más influyentes guber-
nistas, por lo que me pudiera interesar, y celebraba
algunas conferencias con los caudillos oficiales, de
quienes dependía el triunfo ? Pues bien : se descono-
cía mi independencia y así que resultaba electo por
mi perseverancia, se me clasificaba entre los de infe*-
rior nivel moral. ’ ’
‘ ‘ ¿ Era, á su turno, la ocasión de elegir presiden-
te de la república, y yo, consecuente con la consulta
espontánea de la voluntad soberana de mi fuero
íntimo, agregaba mi voto, á' los del candidato que
reunía mayores probabilidades? Era irremediable:
no se veía en mi conducta nada de lo que yo ase-
guraba que era su móVil, y quedaba incluido entre
los que merecían el peor concepto.”
“¿Se discutía en la cámara cualquier asunto que
estaba amparado por el favor del ejecutivo, y yo,
con mi manera de ser imparcial, me adelantaba
como siempre — en esto nunca me aventajó nadie —
á dar mi voto cómo lo necesitaba quien apadrinara
el asunto? Lo mismo: era objeto de la peor inter-
pretación mi manera de ser libre en ese como en
los demás casos. ”
“Y todavía, ahora mismo, estoy padeciendo la
incomprensión de mi talla moral en todo lo que
ejecuto sólo cómo se me antoja: porque serví, al
que pasó, en igual forma que á otros, y ahora pre-
sítibas é ironías
23
tendo favorecer con mi adhesión, si me dejan, á la
nueva situación, empiezo á ver nuevamente repe^
tida la equivocación de todos los que me hacen
objeto ‘de su atención y de sus juicios, y 'ya estoy
sintiendo en el ambiente — como cada vez que pro-
cedo con toda la independencia de que, yo que me
conozco, sé que soy capaz — frases y actitudes des-
pectivas que parecen ir proclamando por donde voy,
que evidentemente en mí se reconoce otro que el
que yo quisiera ver aceptado.”
Y la verdad es que después de oirle, no hay por
qué poner en duda que procede con conciencia,
cada vez que al proponerse ser independiente como
'•abe serlo, coinciden sus actos con los que promue-
ve otra voluntad.
UN GENIO.
A éste le están dejando sin entender el mérito
literario, y eso que, naturalmente, parece injusticia
á su conciencia, no lo lamenta por él, que, como
todos los pocos hombres que existen verdaderamente
perfectos, no tiene vanidad, sino por el país, desti-
nado á padecer .en su prestigio intelectual cuando
él produzca la obra que se le está haciendo en la
cabeza, y la cual, al imponer universalmente su
genio, va á revelar que sus compatriotas fueren in-
capaces de comprenderle .
Pero, ¿qué se va á hacer?
Siempre fueron inevitables estas diferencias de
niveles entre los superhombres y los demás habi-
tantes de sus países; Homero, Dante, y mil, y diez
mil, que se pudieran citar en todas las naciones
y en todos los tiempos, lo demuestran.
“¿Puede, acaso, ofrecerse ejemplo de hombre más
grande .y menos. comprendido que Jesús?” dice á
ratos, “y sin embargo, era menos que yo porque
dondequiera que mirara veía la incredulidad en
todos, menos en trece pescadores, .al fin y al cabo
gente de mar que nunca son dadas á especulaciones
intelectuales, mientras que yo con menos edad y
SÁTIRAS É IRONÍAS
con menos tiempo de propaganda, ya tengo más de
dos docenas de personas de estudio que me creen,
y hablan y distribuyen su fe en mí, por esos mundos
de Dios. ”
‘ ‘ Además : á Cristo lo maltrataron de muchas ma-
neras que todavía no me han hecho conocer á mí
y llegó á ser redentor eterno de la humanidad de
todas las razas 'y todos los idiomas; en tanto que
yo que no digo que 'soy Dios, y no pretendo redi-
mir más que á las letras de mi Patria, sólo aspiro
á que se reconozca el hombre superior que soy, y
se me proclame el primero entre los de esa especie.”
‘ ‘ Pero, ya llegará mi obra, y ella será mi triunfo,
y la derrota de los que no me pudieron ver.”
Puede ser.
CATAVIENTOS.
Grande, pesado, fuerte, y sin aliño, nada acusa
en él' agilidad para evoluciones, ni aptitudes para
flexibilidades dorsales, y, sin embargo, todos saben
que sólo por aquellas cualidades se le llamara, á
veces, maestro de ceremonias.
Sobre el escenario de la vida política del país,
chocan los intereses más 'incompatibles, .y se alter-
nan en el predominio; se suceden las situaciones,
más antagónicas y pasan las .tempestades, á veces
llevándose todo, sistemas y hombres; pero eso es
poco para derribarle, pues no afecta su estabilidad
en el ambiente, y siempre, después que todo cambia,
él queda en el lugar de los sucesos, como una giral-
dilla sobre un poste, volviéndose infaliblemente ha-
cia donde lo empuja el viento nuevo, y continúa
funcionando con él como lo hacía cuando soplaba
de otra parte.
No hay ejemplo de que haya sido tomado despre-
venido : es algo así como un sujeto que llevara con-
tinuamente su paraguas, convencido de que atra-
viesa climas donde puede lloverle de un momento
á otro.
No hay preguntas lisonjeras, dudas insidiosas, ni
SÁTIRAS É ironías
.27
cargos despiadados, que tengan eficacia para herirle
el amor propio y hacerle dejar en descubierto una
sinceridad ‘ comprometedora : hay que confesar que
nadie recuerda haberle conocido una indiscreción
perjudicial.
En cualquier tiempo, en todos los sitios, suceda
lo que tenía previsto, ó lo inesperado : es la verdad
constante, notoria, indestructible, que en los mo-
mentos de peligro para todos sus compañeros ; cuan-
do ninguno de los que pertenecen á una situación
puede estar seguro ; mismo en la hora en que algo
como una guadaña pasa sobre una colectividad arre-
batando la existencia política á cuantos llevaran
jnás alto las cabezas, él se escurre entre los obs-
táculos que el adversario interpone á su paso para
obstruir el camino de su salvación, é, invariable-
mente, surge de entre los acontecimientos que sub-
virtieran el orden á que él pertenecía, y con asom-
bro de todos, vuelve á flotar después de las catás-
trofes, como un corcho en 'el agua después de los
naufragios .
T, siempre exteriorizada en el rostro la satisfac-
ción que le anima, con la más plácida de las son-
risas, acaso por la fe en su destino, él pasa llevado
por sus aprobaciones á todo lo que triunfa, con
rumbo directo á sus conveniencias, país de.su dicha,
en el cual, dícese, tiene elevado un templo al éxito,,
dios de su culto.
Y al són que le tocan baila.
LIBERATO.
Padece la incapacidad intelectual y moral que
inhabilita para la comprensión y el sentimiento del
liberalismo; pero se llama liberal porque se cree
todo lo que eso significa para él; cuestión de fe.
Y cuafido se juzga en la oportunidad de apare-
cer como quiere, y supone admirable, da escape á
su exaltación, y proclama su aversión al senti-
miento religioso, y muestra su intolerancia del dei
recho desposeerlo que asiste á cualquiera.
¡ La clerecía ! : he ahí el motivo de sus excesos en
cuanto á apreciaciones morales, y aunque no lo
hace' por convicciones, como se lo figura, pues para
ello sería menester que las tuviera, hay que confe-
sar que lo hace por consecuencia con su conducta,
con aquella conducta adoptada cuando empieza en
la vida la edad en que el hombre anhela distin-
.guirse, casi allá en los días en que dejó de ser
niño por los años.
Su ‘historia. cuenta que al principio fue por ha-
ber imaginado que se pensaría bien de su inteli-
gencia si aparentaba impiedad, y* que alentado en
sus primeros ensayos por el azoramiento que cau-
saba á otros como él, experimentó complacencia por
SÁTIRAS É IRONÍAS
29
esos éxitos de fácil obtención — cosas de muchachos.
— ^perseveró en el procedimiento, y con la edad se
le agravó eso hasta volvérsele costumbre: como se
sabe, de 'menos, empiezan .peores psicopatías.
Desde entonces, quedó predestinado á ingresar en
los círculos de entes similares, y fué sucesivamente,
sin interrupción ni término, miembro de innume-
rables asociaciones de crónicos en lo que él, é indi-
viduo conspicuo en centros demagó^cos, de las
mayores eonglohieraciones del espíritu sectario .
Así vive convencido de que ejerce un apostolado,
se atribuye misión muy trascendente, y mientras
con los que le acompañan á considerar formal su
influencia, inferior la sociedad, y posible su di-
rección de las almas, entena el coro en que se defi-
nen “defensores de la libertad de conciencia”, or-
ganiza con -cuantos son como se precisa para eso,
manifestaciones contra la iglesia, pide legislaciones
contra las doctrinas religiosas, y maquina perpe-
tuamente agravios al clero, en nombre de la civi-
lización que él entiende, y de la justicia de que
son capaces los que se hallan en su estado.
Y — crueldad inconmovible de la naturaleza pro-
pia y condición inevitable de los fracasos — ^mientras
este arrebatado invocador del progreso, que quiere
que se le tenga por liberal, perdura como cualquier
fanático, activo contra adversarios, sin perdonar
algo, y sin tolerar nada: la sociedad continúa su
vida serenamente, sin «extraviarse de la senda na-
30
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
tural de su destino, y 'sin perder la noción de las
■ideas y los sentimientos que hacen su sentido mo-
ral, legado en herencia de generación en genera-
ción, y evolutivo al través de los siglos, en perenne
infinita ascensión.
¡ Habráse visto injusticia igual !
¿Entonces, para qué predican él y sus iguales,
las ideas y los sentimientos que les parecen mejo-
res ?
¡ Humanidad desagradecida !
ÜN NECESARIO.
Allá legos, en la soledad de los abruptos campos
de su país, salió — como una sabandija por una
grieta, — de abajo de unos terrones amontonados
en forma de rancho, y desde donde, durante toda
su silvestre infancia, trotaba y galopaba cada día
hasta el almacén del pueblecillo cercano, para ad-
quirir apenas lo más necesario á la frugalidad
espartana con que el azar, á veces, impone heroicas
costumbres fisiológicas.
Después, ya mozo, el coronel, ó el general, ,más
útil al gobierno por su prestigio en aquella región,
le obligó á integrar “las fuerzas del orden y la
legalidad’’ contra una revolución, y así, detrás del
otro, entre marchas y sustos, se quedó con la pri-
mera diVisa que le impusieron, y perteneció á un
partido .
Lo demás fué rápido, y lo hicieron el tiempo
y la 'confianza en su 'fidelidad: le enseñaron á fii*
mar y fué teniente alcalde, presidente de un club,
y comisario; más adelante aprendió á leer, y fué
miembro de la junta, - juez de paz, y delegado de
los que le conocían, á una convención del partido
oficial; después, un día le dijeron que era necesario
32
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
que guardara silencio ante los desconocidos, y salió
suplente de diputado ; y finalmente, le cambiaron el
aspecto, hasta donde era posible hacerlo con un
traje, y lué designado legislador.
Entonces, cómo era y para lo qué venía, llegó á
la capital, donde cree que está en el ejercicio de
su cometido.
D*ice que nunca ha podido dominar la emoción
que experimenta cada vez que tiene que penetrar
al recinto legislativo, y lo hace en puntas de pies,
casi subrepticiamente, pues siempre piensa que hay
mucha luz y quisiera que no se advirtiese su 'pre-
sencia .
En seguida, apenas sentado, y antes de que se
calmen las palpitaciones de su corazón, siente la
necesidad de mirar atentamente á cualquiera que
habla, aunque no entienda, y escucha á la palabra
como á un ruido, hasta que se va serenando y se
descongestiona.
“No sé por qué — explica — pero es una sensación
de estupor que me recuerda la que sentí una vez
que penetré á la iglesia con el sombrero' puesto:
es algo parecida á un sacrilegio”.
“Eñ el teatro, donde me pertenece una localidad
grande, para llevar á los que hacen balotar mi di-
nutación allá donde .dejé los .antecedentes, cuando
visitan la ciudad, siento menos timidez, pues ^ es-
cierto que me molestan las miradas que llegan de
los palcos y la platea — á pesar de que vienen, inva-
SÁTIRAS É IRONÍAS
.33
riablemente, de semblantes risueños, — me atrevo
con la cazuela, y sólo al salir, al salir entreverado
con la sociedad que se retira, aunque voy vestido
á buen precio y sé que soy diputado, siento deseos,
eaái irresistibles, de ofrecerme para abrir las porte-
zuelas de los coches”.
“No sé por qué”.
UN LETRADO.
Había vivido luchando de manera análoga, pero
menos gloriosa, que los que lo hacen en los circos:
apenas una vida de esfuerzo muscular para cargar
y descargar vehículos y transportar bultos..
Consecuencia de ello : en su cuerpo á cualquier
traje le estallaban las costuras, pues aunque lo
adoptara holgado, día llegaba en que un movimien-
to imprevisto para un sastre y hasta para un fisió-
logo, le dividía y subdividía la tela.
Pero, bien se ha dicho que no hay robustez que
resista á la desgracia, pues eso en este se confirmó
desde una vez que, durante la huelga, cayó en la
tentación de leer algo que veía leer á otros y llama-
ban ideas nuevas.
Fue el efecto del precipicio : aquello le causó vér-
tigo y cayó en la lectura como en un abismo, del
cual no ha salido ni en restos, porque, como es
natural, no puede hallar fondo.
Y así, en esa caída, que ha sido su único viaje,
va con ceño adusto, no sabe hacia dónde, pero con-
vencido de que es de los pocos iniciados en el mis-
terio de mañana, y creyéndose cotidianamente en
víspera.s de la inversión del orden actual.
SÁTIRAS É IRONÍAS
' 35
No precisa más para su conformidad en la vida;
pero, aquello que por el vehículo de las letras se
le introdujera en el espíritu como una infección en
la sangre, le hace el efecto de una fiebre, y aco-
metido desde entonces de una locuacidad nueva, que
no usaba antes, en los días de su vida muscular,
cuando el equilibrio de su normalidad le tenía á
cubierto de cerebraciones dificultosas, pasa las horas
explicando á cualquiera, lo que aprendió y le dejara
asombrado, siempre como convencido de que su
oyente ignora, siempre como quien enseña.
Y con todo el eultof de su fe en aquellas ideas
que oyera llamar nuevas, y son las únicas que tiene
leídas, y su suposición de que sean superiores á las
que son otras y él ignora, continúa en la desconfian-
za de cuanto no se les relaciona, y compadece á los
que en cualquier cosa que no sean ellas, son sabios.
Por eso es malo leer tarde, y sin empezar á apren-
der por el principio: se puede padecer de la letra
todo el' resto de la vida.
•TÁCITO.
A veces, la más pueril de las indiscreciones in-
fantiles parece una crueldad, por la tortura que
pcasiona, y en ciertas circunstancias las preguntas
ide la inocencia de un niño son como el interroga^
torio de un tribunal.
Tácito, que es buen padre de familia y sabe que
lel hogar ofrece dichas inefables, y grandes sinsa-
bores, ha experimentado frecuentemente aquel tor-
mento, y la última vez así:
“¿Por qué no hablas nunca, papá, en la cámara,,
donde parece que todos están para eso, según, en
Ja escuela, nos lo ha explicado el maestro?”, pre-
guntábale, días pasados, uno de sus hijos.
“Ante todo”, respondió exasperado como si las
palabras que acababa de oir, se las hubiera dirigido
un adversario, ‘ ‘ has de saber que en la vida, nadie
está autorizado para hacer todas las preguntas que
pueda formular la curiosidad, pues yo, que sé algo
más que vos, te aseguro que no hay sabio capaz de
responder satisfactoriamente á todas; y después, te
diré que yo no uso de la palabra en el parlamento
porque con eso pasa lo que con el matrimonio ó con
la guerra: que hay que meditarlo muchO' antes de
hacerlo”.
SÁTIRAS É IRONÍAS
.37
“Un parlamento es una cosa muy sagrada, pues
«en todas partes, por las leyes, tiene que ser algo
así como el alma de la nación, desde que deben
formar parte de él, únicamente los que por su*im
teligeneia y su moral, sean fieles exponentes de las
¿deas y de los sentimientos de la sociedad que re-
presentan para constituir su poder legislativo”.
“Por eso no se puede hablar sin meditarlo largo
tiempo, y, aunque parezca imposible, yo, al cabo
■de tantos años que llevo reflexionándolo, apenas he
llegado á tener atrevihiiento para sentir dos tenta-
ciones de hacerlo, y me lo ha impedido la timidez
experimentada, ante algo así como un aviso de la
conciencia que me ha parecido sentir llegar en esos
momentos, dieiéndome, “no lo hagas”, y anuncián-
dome una .catástrofe, como dicen que sucede á los
animales que presienten los terremotos”.
“La primera fué una vez que oí hablar á otro
que .se sienta junto á mí, y que había estado ca-
llado casi tanto tiempo como yo, y el cual sobre-
vivió á la rápida hazaña — pues fué para una in-
terrupción, que no le oyeron y pasó inadvertida —
¡y la segunda, un día que alguien que tenía la pa-
labra me aludió mortificantemente, y sentí deseos
de confundirle con una réplica eficaz como algunos
suelen hacerlas, pero, me congestioné de indigna-
ción, temí una apoplejía, y solamente conseguí
toser para desahogarme”.
“Pero, ya hablaré, pues de las tres cosas que he
38
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
dicho que deben meditarse mucho, llevo realizadas
dos: ya llegaré también á la tribuna, como al ma-
trimonio y á la guerra, por mis pies”.
Y así sucederá si puede ser como lo dice.
UN PROTESTANTE.
Hablaba en una esquina, frente á uno de los
establecimientos clausurados por la protesta contra
la reglamentación del descanso dominical, y dialo-
gaba ante una puerta cerrada.
Rojo de greñas, carrilludo, cejas peludas, y mi-
rada vaga: evidentemente ese había burlado todas
las precauciones legisladas para el descanso y la
abstención alcohólica •
Y al hombre, que era de temperamento nervioso,
se le había multiplicado la gesticulación, y sintién-
dose con algo espiritual que pugnaba por escapár-
sele, se desahogaba exteriorizando el efecto de los
despachos de bebidas cerrados, y hacía el comen)-
tario elocuente del suceso del día.
Al través del desaliño de las ropas, ofrecía el
aspecto triunfal del que .sabe que ha ganado una
batalla, y aseguraba á cuantos por allí pasaban
y le querían oir, que él sabía que las leyes eran
hechas para ser respetadas, y que estaba abusando
de la palabra, solamente porque la ley del descanso
dominical no lo prohibía.
“Es la primera vez, — decía dirigiéndose al pos-
tigo corrido de la casa de comercio, — es la prime-
40
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
ra vez que se da con la puerta en las narices del
pueblo soberano; por eso es que causan gran dis-
gusto á todos cuantos se sienten buenos cristianos
toda la semana, y más el domingo, tanto la ley del
descanso como la forma de protestarla : porque im-
piden aplacar la sed como lo manda la caridad de
la. santa madre iglesia.”
Y golpeando ’con los nudillos de la mano, sobre
la puerta cerrada, como dirigiéndose á alguien que
le oyera desde el interior, agregaba con fuertes vo-
ces : ‘ ‘ Dad de beber al sediento ! ’ ’
Pero, aunque como el tal dijera, en la ley del
descanso no estaba comprendida la del silencio, esta
vez, como otras, sucedió lo que con otros apostolados
tan espontáneamente adoptados y generosamente
ejercidos, y confirmándose nuevamente aquello de
que ya han pasado las épocas de los redentores:
la intérvención de ese modesto delegado de la au-
toridad que hay dentro del uniforme de un agente
de la policía — sin invocar la ley, pero acordándose
del orden — puso término irremediable al ejercicio
del derecho en que creía estar aquel enérgico pro-
testante.
Y al ver cómo se alejaba dando traspiés entre la
fuerza pública que le conducía — pues, como es sa-
bido, en el camino de la vida se tropieza mucho
sobre cualquier pavimento — y contemplar la ingrata
indiferencia con que se retiraran cuantos apenas un
momento antes la festejaban, se comprendía cómo
SÁTIRAS É IRONÍAS
.41
era justa la observación de Quevedo al afirmar “que
las glorias de este mundo llaman con luz para pa-
gar con humo”.
UN SENTADO.
Algunos ocupan la banca respectiva para tomar
la palabra : éste la ocupa para tomar asiento. Pero
ya verán cuando hable: ¡qué voz!
Desde chico era robusto: un día dio una coz que
casi produce un entierro, á un infeliz compañero
que le explicaba algo que él no podía entender y
le enfadaba ; y fué toda una elocuente revelación
de facultades que con el tiempo y la nutrición se
desarrollaron hasta dejarle así como es y se le ve
en cualquier parte : facultado para una lucha y con
más fe en la fuerza que Bismarek.
Y es grave lo que hace éste; desde que cree que
eso que él es, es ser legislador, se conserva sin es-
tornudar: en la calle por creer que su solemnidad
no soportaría el desagraciado aspecto de un dipu-
tado que estornuda, y en el salón de sesiones para
que no se vaya á tomar aquel síntoma de resfrío
como una expresión afirmativa en algún asunto
.antioficial y le lesione la confianza en su docilidad
que le hizo lo que es en la vida pública, y acaso le
haga más todavía.
Si él quiere expresar afirmación, ó negación : bien
sabe que — y para qué — tiene con qué hacerlo.
SÁTIRAS É IRONÍAS
.43
“Sí”: y levanta todo lo que es, sobre dos de sus
extremidades .
“No”: y no despega del asiento los alrededores
de su centro de gravedad.
Pero, cuenta la fama que le está poniendo au-
reola, que á través de la sólida musculatura que le
envuelve la osamenta como una coraza, se filtra,
á veces, la mortificación de una ironía recogida al
pasar junto á algún irreverente para las obras más
durables de la naturaleza animada, y llega hasta
el recóndito albergue del alma que cabe en el único
espacio que aún está destinado á lo espiritual en
su macizo organismo de carne y hueso.
Y dicen que cuando, así como es, siente, sin em-
bargo, que le alcanza el veneno de los disgustos,
estalla su ira y al mascullar la incomprensible voz
de sus excitadas energías, deja en los provocadores
la convicción de que han cometido una impruden-
cia, pues comprenden, por la elocuencia fisiológica
de su aspecto, que acaban de correr el, riesgo de
ser machacados, como un bocado de forraje entro
los molares de un rumiante.
EL ESCLAVO DE SU CONDICION.
Naeijó para eso:, en él nunca fué necesario el
-esfuerzo para descender .hasta donde lo impusiera
la obtención de algún beneficio, ante cualquiera
que pudiese accTdar favores.
Era su aptitud innata y espontánea; necesitaba
continuamente pasar del servicio de un amo al de
•otro que diera más, y se trasladaba como podía,
aunque fuera llevando la huella de algún pie
que le pasara por encima, él llegaba, levantando,
• desde su nivel, la mano abierta, ante la mirada
humanitaria de los que sabía buenos, para retirarla
siempre complacido.
iMétodo de sirviente, es cierto, pero secreto inicial
de su sueño de grandeza, y origen del éxito defini-
tivo que, aunque ligero, él esperaba con fe en su
suerte, y que, al fin, un día llegó, al través de los
•años.
Había dicho tantas veces señor, tantas se llamara
amigo agradecido, expresara fe en los ideales de
los que- le ayudaban, y se incluyera entre los que
le igualaran la condición haciéndole compañero en
las mismas causas por que luchaban, que confiados
y generosos como siempre : cuando á todos les pidió
SÁTIRAS É IRONÍAS
45
auxilio colectivo, como antes lo había hecho á cada
uno, tendieron fraternalmente los brazos, y le al-
zaron hasta ellos para que fuese tanto como cual-
quiera de los que le habían dado su protección
y su cariño.
Fué allí que se repitió la historia de otras as-
censiones: las realizadas por otro® individuos de la
escala zoológica, que, yendo siempre disimulada-
mente por el suelo, un día se les ve donde necesitan
mirar hacia abajo para ver á los que van, de pie,
llevando la frente alta.
Y ya no llamó á nadie amigos, ni compañeros de
causa, ni reconoció iguales, ni tuvo' consecuencia:
ya ninguno podía serle útil, y le era fácil pretextar
razones para librarse de cuánto es deber para la
dignidad humana.
Así, conducido por la ingratitud, llegó á la trai-
ción, que á pesar de las riquezas y los honores
le ha devuelto á la inferioridad de su condición
original .
PINGÜE.
Oirá incongruencia del aspecto con las funciones
y las aptitudes.
Grande, ventripotente y congestivo, parece hecho
para entonelar alcoholes, pero es legislador.
En los días que por eso tiene que ocupar su
asiento. para poder decir después que asiste á las
sesiones, cuando tras largos esfuerzos fatigantes,
consigue colocarse donde le está deparado en el
tradicional augusto recinto de las leyes, comienza
á respirar para todos, porque aquel acto fisiológico
tiene en sus bronquios y en su pecho, el ruido y el
movimiento del fuelle de una fragua cuando sopla.
Y pasado un. rato, normalizada la respiración y
serenado el semblante, pregunta, infaliblemente, á
sus colegas y vecinos, como si el que en ese momento
ocupa la atención de la cámara con su palabra, lo
hiciera , en idioma desconocido, qué asunto se está
tratando de modo tan fastidioso.
En vano el interpelado, á veces, apenas inteiv
pretando estricta justidia, y por fuerza de las cir-
cunstancias, le informa de cuál y cuánta es la inoh
portancia del tema en debate, y de todo el interés
de las consideraciones del orador al respecto: él
siempre tiene un gesto de duda para todo eso y le
dedica un bostezo de indiscutible aburrimiento.
SÁTIRAS É IRONÍAS
47
En . seguida inclina, lentamente, la cabeza, como
si lo hiciera cediendo al' peso de su frente, y con
la vista fija hacia delante, y levantada como si
mirara por encima de los lentes — que no usa —
queda, poco á poco, tranquilo, no acusando su pre-
sencia en 'aquel sitio más que el intermitente cru-
jido que, por el rítmico alentar de su organismo,
deja oir la silla en que descansa, cual si abrumada
por toda la gravedad que la oprime, no pudiera
contener el quejido de sus maderas momentos antes
de deshacerse en astillas: duerme.
Aplausos, imprecaciones, risas, y hasta silbidos,
explosiones características de esas tempestades que
levanta en los parlamentos, la palabra expresiva de
ideas y sentimientos diferentes, como el chirrido y
las nubeeillas de vapor que se desprenden de la
fragua donde el metal fundido recibe la forma de
su utilidad: todo ha sido poco, á veces, para des-
pertarle, y ha pasado sobre su sueño, como las deto^
nadiones de una tormenta, ó una batalla, sobre un
muerto, sin conseguir perturbar la paz de su reposo.
Y cuando todo ha concluido, y ya no es posible
que allí quede alguien, él alivia el sitial en que
descansa, y sintiendo la mortificación del transporte
de toda su adiposidad: por la puerta del palacio
donde pasan uno á uno sus colegas, él sale volu-
minoso como un grupo, maldiciendo de los sacrifi-
cios que impone la remuneración que percibe de
la patria por legislar.
BIKN ENVUELTO.
Cuentan que bajo la férula de la necesidad y de
la voluntad paterna, allá en los días lejanos de su
niñez ocupó mucho tiempo la banqueta encorada del
artesano remendón: fué lejos de la capital que le
vería político, dónde adquirió la virtud del trabajo
que le dió mesa, techo, y, pasado algún tiempo, un
título para ser ejercido en otro plano de la sociedad,
y que, desde entonces, acompaña su nombre, y es su
mérito más distintivo.
De la vida de allá abajo, en el subsuelo social
donde tuvo or'igen é iniciara sus actividades en la
modesta forma que queda mencionada, sólo ha con-
servado un ademán delator en sus brazos, que, á
veces, perjudica su oratoria privándola de su elo-
cuencia en los mejores momentos : cuando después
de- esfuerzos, visiblemente angustiosos, para expre-
sar una idea, logra terminar un párrafo y cerrar
un período, lleva sus puños junto al pecho, y en un
movimiento repentino, inconscientemente, todavía
se abren como cuando cosían el cuero sobre la horma
sujeta con el tirapié.
El gesto, incongruente siempre con el sentido de
su verba laboriosa, á. menudo no halla en los cir-
SÁTIRAS É IRONÍAS
49
cunstantes la disereción necesaria para no pagar
tributo á la hilaridad, que extremada, á veces, ha
interrumpido definitivamente el discurso al orador,
y esto tiene disgustado al hombre, que no ve la edu-
cación que deseara para recibir su palabra.
En compensación usa modas, pues tiene apren-
dido, en las enseñanzas de la vida, que, como s’iemr
pre, el traje también da dignidad entre las mayorías
dé ciertos ambientes de la sociedad moderna, y falto
de personalidad propia, é incapaz de substraerse al
medio, siente la necesidad de adaptarse á la más
fácil originalidad ajena, que es la que más ve por-
que en todas partes abundan gentes que la posee*.'
así.
Y aunque también esta faz de su transformación
no ha tenido éxito, y ha inspirado una frase de la
eterna sátira al mal gusto, él vive abroquelado en
ella como en el último reducto de su fortaleza con-
tra los que no pueden igualarle el sastre, y es
feliz dondequiera que puede hacer triunfar su ropa.
Basta para su consuelo, la convicción que le
anima de que sea él lo que sea, siempre es algo
bien envuelto.
EVOLUTIVO.
No ha leído á Spencer, pero hubiera podido servir
al filósofo para comprobar en una forma más, que
indudablemente no previó, la gran teoría de la evo-
lución que más que todos ilustró.
Como él dice, esa aptitud ha de venir desde muy
lejos en sus antepasados, y él la ha de haber traído
al nacer, junto con el hábito de no explicar la razón
de sus cambios.
Según .afirma», seriamente, y lo demuestra con la
conducta que le es característica, está hecho como
se necesita para no hallar dificultad en los cambios
más radicales de su posición política, siempre que
ello convenga á sus intereses, pues sostiene que
la satisfacción de éstos no está reñida con loe debe-
res del hombre público, lo que nadie le contraría
mientras no agrega que ese es su linico objeto.
De ahí el procedimiento que le distingue y le
muestra, desde largos tiempos, de manera que to-
davía asombra á algunos, arranca críticas á mu-
chos, y hace sonreír al restoi, que son los, más.
Pero, conste que si lo dejan explicarse, tiene ra^
zón, pues, según lo declara decididamente, no se
puede tener toda la inteligencia que él tiene, y per-
SÁTIRAS É ironías
51
manecer aferrado mucho tiempo á las mismas ideas ;
porque — como él, con la sinceridad que se atribuye,
lo proclama — es algo definitivamente averiguado
que las cosas cambian, y no se las puede ver todos
los años del mismo modo .
‘ ‘ Sería preciso, despojarse del talento que se tiene
— se le oye, á veces — para aceptar con el criterio
del día antes las cosas que son viejas al siguiente”,
^ todos saben que es verdad, que en ocasiones, él
ha llamado inadmisibles ante la razón, el patriotis-
mo, y la dignidad, á los ideales que hacía rato eran
para él, motivo de la oferta de todos los sacrificios
de que se dicen capaces, ciertos ciudadanos, en aná-
logas circunstancias.
Han de ser estos, casos de rapidísimo envejeci-
miento de las creencias, porque si así no fuese él
no las sustituiría tan radicalmente como lo hace,
mediante su aptitud evolutiva.
¿Qué puede, pues, haber de extraño en sus cam-
bios operados infaliblemente, de una situación á otra
de las que se suceden con los hombres que se re-
emplazan en el poder ? ■
Nada, como él exclama, y por eso, .solamente, aun-
que sirvió, por la misma razón que á otros antes,
al régimen pasado, procura cooperar, cómo y en
lo que se le diga que es conveniente, en el de ahora,
aprestándose mientras tanto para hacer lo mismo^
.si lo dejan, con el que venga : efecto de la evolución,
que es el tributo que paga, según él, á su superiori-
dad mental.
PEDESTRE.
Hay preferencias que parecen atavismos, como
las de esos espectadores de las gradas, que en los
teatros y en los circos, así que se impacientan ó
entusiasman, como si les descendieran los sentimien-
tos á los calcáneos para salir por debajo de la suela
de los zapatos, en vez de usar de la facultad de la
palabra que distingue al hombre entre los demás
seres animados, se valen de los pies para expresar
sus ideas y sus emociones.
Este no puede remediar esa costumbre, y cuando
desde la butaca que ocupa, el interés del episodio
dramático que contempla, ó la sugestión de la mú-
sica que escucha llegan á emocionarle, nada ten-
dría poder para dominar sus nervios, según explica,
y contra las súplicas de los amigos, las demostra-
ciones de desagrado y hasta de protesta en los demás
espectadores, por el perjuicio del efecto artístico de
la obra que se interpreta : él siente que lo que
recoge por la vista ó el oído, para su entendimiento
ó su sensibilidad, apenas le convence ó le conmueve,
va desde los ojos, ó los oídos, recorriéndole el cuer-
po hasta los pies, que, cual si en ellos se condensara
toda la corriente que le domina, como en los ex-
SÁTIRAS É IRONÍAS
.53
tremes de un mecanismo para eso, golpean acelera-
damente el suelo con más ruido que el redoble de
un tambor.
Las increpaciones de los más irascibles molesta-
dos, las risas de les circunstantes que no pueden
disimular su hilaridad, y hasta la intervención de
los agentes del orden público, ha sido, es y seguirá
siendo poco, siempre, para modificarle y hacerle
adoptar otros medios de expansión y descarga de
su ser emotivo.
¿ Por qué no hace con las manos eso que se llama
aplauso?, le preguntaba cierta noche alguien que
padecía su vecindad en un concierto con música
de cámara, y hasta el cual había llegado el prójimo,
como siempre, con sus elementos demostrativos dis-
puestos á responder fielmente á las sensaciones que
experimentara .
Por dos motivos, respondió; primero porque no
lo sabrían hacer: confieso que descuidé su educa-
ción en esas habilidades; y segundo, porque opino
que se debe dejar libertad á la naturaleza para sus
manifestaciones, y puedo asegurarle que en la mía
es una tendencia innata la de expresarse con los
pies.
Y no habló más: como en ese momento le entu-
siasmara un fragmento de la música que oía, re-
pentinamente perteneció á la costumbre que le do-
minaba, su interlocutor le vió agitarse con vigor en
su asiento, y antes de que pudiera salir de su
54
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
asombro, resonó en la sala el estruendo de los pies
con que el sujeto expresaba sus convicciones, se-
guido de lo siseos, gritos, risas é insultos que infa-
liblemente provocaba-
La tempestad de siempre.
UN ARRAIGADO.
No sabe con precisión cómo fue, pero sabe que
está, y eso le basta para lo esencial, que es cobrar
por ello.
¿Que otros lo hacen con más derecho, porque
lucharon para venir, y se muestran dignos de estar
donde llegaron ? De eso él no es responsable porque
no es de él la culpa si no pudo evitar que lo tra-
jesen.
Y en cuanto á la crítica que con frecuencia pa-
dece porque desde el asiento donde se siente cómodo
mensualmente, no haya nunca dejado oir su palabra
legislativa, la juzga injusta porque no teniendo él
la responsabilidad de lo que le han hecho, no admite
obligaciones iguales á las que naturalmente corres-
ponden á los que están allí por haber hecho todo lo
necesario, y mási, para ello.
El, no sólo no hizo algo para hallarse en compañía
de tanta entidad representativa, sino que se resistió
á dejarse conducir hasta aquella matriz de las leyes
malas ó buenas que padece ó disfruta el país.
Pero como no pudo evitar el triunfo de la volun-
tad popular que quería el suyo, no está dispuesto
á complacer la mala intención de los que repiten
56 JUAN ANTONIO 2ÜBILLAGA
■cotidianamente en diarios ó verbalmente, en todos
los centros de reunión, que allí está mal y que debe
retirarse ; eso no, y desde que le colocaron en su
sitio, ha sabido conducirse como es debido en buena
sociedad, pero, decidido á no salir de allí sino como
otro colega suyo que sabe que hubo en un país de
por ahí, y que afirmó cierta vez que no abandonaría
su puesto si no lo obligaban con la punta y el filo
de las bayonetas.
Además: ¿no es lo justo, lo legal, lo democrático,
ir á parar en eso de hacedor de leyes, por la volun-
tad soberana de los demás ? Y si es así, ¿ quién pue-
de con más, ó sólo tanto derecho como él, decir que
está donde está, por la decisión ajena?
Por eso dice que no se irá, y no se va .
Acaso vuelva .
BIJOU.
Por lo que algunos hombres son, física, moral é
intelectulmente, hay responsabilidades que alcanzan
á toda la familia.
Es el caso de Bijou: nacido, como es necesario,
para no ser algo por sí, apenas es lo que de él han
hecho, é inocente de esa obra ajena, no tiene ni la
menor culpa en su confección.
Desde que llegó al mundo, fue recibido por las
más exageradas alabanzas, siendo ellas la iniciación
de las que habían de sueederse en todas las edades
de su vida.
Ese día, el elogio no hallaba igualadas por las
de otra criatura, su belleza y su robustez; pasados
algunos años, y negado por la naturaleza el vigor
a^buído, se le halló bello todavía, y, además,
fenómeno de superioridad intelectual ; cuando en la
escuela se exceptuó sobre él y los que con él eran
vulgo estudiantil, un zapatero, se recordó que tenía
apellido tan distinguido como la presencia, -y que
por ello le quedaría bien un título facultativo ; así
que Se vió tan doctor como otros, y tan capaz como
ellos de demostrar hasta dónde mereciera el grado,
se le halló destinado, por la ciencia y los talentos
58
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
necesarios para eso, á la más brillante y provechosa
carrera ; entonces se pensó que era buena iniciación
de ella, un matrimonio de conveniencias, que, en-
tendidas éstas de doble manera por los que le cui-
daban el destino, le alcanzó, de una vez, la fortuna
y el favor oficial : desde entonces, con esas ventajas,
j)or la primera hizo vida opulenta, y por la se-
gunda, ocupó altos cargos.
Y al través de los años, después del goce de cuánto
conquistaran siempre otros para él, hoy se le halla
en la vida, como en aquel lejano día en que la
empezó : incapaz de algo por sí, pero constantemente
halagado por la lisonja, fiel compañera de toda su
existencia, á la que está acostumbrado, pero, á la
cual, á veces, recibe con intranquilidad, porque hay
algo como la voz de las cosas y los hechos verda-
deros, que le habla allá en la más recóndita inti-
midad de su conciencia, y le dice, en ciertas horas
de introspección y sinceridad humanas, que no es
de él todo aquello que las motiva, y son los elogios
de una obra ajena los elogios del triunfo suyo.
COMODIN.
Pocos escepticismos tan justificados como el que
á éste inspiran el talento y la instrucción de las
gentes : no los cree necesarios para algo bueno .
No tiene una reverencia, nunca una amabilidad,
jamás un homenaje, para las personalidades inte-
lectuales más oelebradas, para los grandes triunfos
científicos, literarios ó artísticos.
Todo cuanto implica un merecimiento moral le
deja indiferente si no se le consulta, y si se le
toma opinión, apenas le dedica una sonrisa de gla-
cial menosprecio, que evidentemente acusa muy
profunda convicción .
Y, fuera de toda duda, sobrados son los motivos
que le asisten para ello.
El lee despacio, pues no está demostrado que sea
indispensable hacerlo con rapidez ; escribe, sin some-
terse á tiranías ortográficas, pues no las toleraría
su amor á la libertad ; suma, résta y multiplica : no
alcanza á dividir, porque siente antipatía por la
índole disolvente de esa operación, aparte de que
en cuestiones aritméticas no quiere elevarse á cálcu-
los superiores.
Estos, y algunas relaciones con caudillos electo-
60
J JAN ANTONIO ZUBILLAGA
rales, á los cuales debe varios de sus éxitos, son
todos sus conocimientos, y sólo con ellos, que for-
man el bagaje de su capital político, ha sido tanto
como los ciudadanos .más eminentes de su país.
“Médicos, abogados, ingenieros, literatos, orado-
res, todos cuantos logran más reputación y por
ello lo pasan más mortificados que «yo, ¿en qué se
diferencian de mí ?: en los títulos, en lo que saben,
y en lo que valen”.
“Pero en los resultados prácticos de las activi-
dades, en la consecución de los beneficios, que es lo
que importa y aprovecha en la vida: en eso los
menos me igualan, y los ,más, apenas se me apro-
ximan ” .
Y, efectivamente, es así.
¿Qué hizo para ello?
“Ser útíl”, como él dice, “sólo prestarse para
serviy á la causa de las instituciones, ofrecerse para
ocupar vacantes de actividad política, y . desempe-
ñar tareas cívicas en jornadas electorales”.
“¿Puede ser culpable por haber aceptado todo
aquello con que se le recompensa ? Seguramente que
nadie sería capaz de afirmar que debió rechazar
las demostraciones de los agradecimientos que mo-
tivara”.
Entretanto, helo ahí prosiguiendo su marcha
triunfal, como un astro. en su órbita, acaso á mitad
de su carrera, pues, como es sabido, las funciones
representativas de los pueblos, en el poder legisla-
SÁTIRAS É IRONÍAS
.61
tivo del estado, se ejercen á nivel lejano del de las
más altas cumbres de la orografía política.
¿Quién podría afirmar qjue no continuará su
ascensión? ¿No posee acaso para ello el medio más
eficaz, en la facultad de acomodarse ?
Pues continuará justificando ese título que le si-
gue como una estela y queda tras de sí, como un
símbolo de su gloria, en su camino: comodín.
UN AUTOR.
Cansado de oir afirmar á los suyos que no servía
para nada, desde que lo expulsaron de la escuela
casi sabiendo leer, pasó aquella adolescencia, des-
conceptuada hasta entre sus amigos, holgando mu-
cho y aprendiendo poco. . . bueno.
Data de entonces su frecuentación del teatro, y
sus amistades con gentes de la escena ; y desde esa
fecha, silbando tangos y adoptando aspectos de
protagonistas del género criollo, le han crecido la
afición y el pelo, hasta dejarle convertido en lo que
él llama un autor y tiene apariencias de algo menos.
Lo recuerda siempre con escalofrío: fué propo-
niéndose resultar más admirable que con la relu-
ciente melena y el aire melancólico, á cierta dami-
sela de entretelones, que no- lograba conmover con
todo aquello, que incurrió en la tentación de hacer
una pieza para el teatro, como las hicieron otros con
lo mismo que él tenía para poder emplear en eso:
voluntad y tinta, papel y pluma.
Y tiene aquella fecha la primera vez que no fué
comprendido, porque el director de la compañía al
cual leyó el manuscrito' de lo que había hecho y
llamaba su primera obra, resultó, después de la
SÁTIRAS É IRONÍAS
63
lectura, de nivel intelectual muy inferior al que el
autor creía 'necesario para comprender todo el mé-
rito que había puesto sin esfuerzo — según ya adver-
tía á los oyentes — en aquel trabajo improvisado^
pues le declaró terminantemente que aquello era
impresentable .
Sin embargiO, como Chenier, él aseguraba que
sentía algo debajo de la cabellera pacientemente
peinada — ^lo que bien podía ser verdad — y decidió,
acaso por aquello de que el que no manda en nadie,
todavía puede mandar en sí mismo, insistir en la
extracción de lo que suponía en su cerebrO', y se dió
á la costumbre de la producción intencionada para
el teatro pero, siempre, infaliblemente, destinada
tras de las respectivas lecturas, á las intimidades de
su archivo, hasta hacérsele aquello un vicio, como
todos, conducente- á perjudiciales consecuencias.
¿Cuántas veces reincidió de esa manera, en. el
propósito de que se le considerara autor dramático ?
No es posible determinarlo', aunque se sepa con se-
guridad que fueron tantas cuantas se negara el ar-
tista oyente á tomarle por otro, y declararle lo que
pretendía con tanta decisión como poco motivo .
Entonces, tomó otro rumbo, y en vez de las lec-
turas al director, cultivó la amistad con todos los
elementos de las compañías más modestas, obsequió
á los influyentes, fué inseparable de los que podían
decidir la admisión de una obra, y así,' tras largo
y porfiado empeño, pasados múltiples disgustos, y
.04
JUAN ANTONIO ZUBTLLAGA
lio escasos sacrificios, un día, al través de los años,
pudo leer su nombre en un cartel de la calle, que
;anun ciaba el estreno de una obra de’ la cual se le
llamaba autor; y fué esta la centésima vez que se
vió incomprendido: sólo que en lugar de serlo por
un oyente, como hasta entonces, lo fué por todos
los que llenaban un teatro.
'Después de .aquella tempestad cuyos rigores to-
davía le silban en los oídos, la experiencia le hizo
adquirir ventajas en los procedimientos, y á favor
de hábiles alianzas con quienes hacen la crítica en
el periodismo, fué suprimiendo las intolerancias,
consiguiendo complacencias, recibiendo elogios, has-
ta verse incluido entre los que conquistaran autori-
dad, y hacerse pasar por uno de ellos.
Y hoy : hoy con la cabellera más larga, llamativo
el traje, amanerado el gesto, se traslada por la ciu-
dad, admirando en los cristales la elegancia que él
se ve, suponiéndose atendido por todos los trai^
seuntes, creyendo ser el que soñó; pero con la ca-
beza tan vacía como al iniciarse allá en !a adoles
ceneia; sin otra cultura que la que entonces tenía;
no capaz de algo más que antes, y feliz cada vez
<que ve su nombre en los carteles, tan claramente
impreso como el de los que valen.
CONFESO Y APROVECHADO.
No ‘ignora la opinión que se tiene de él; pero
sabe que la merece.
Por eso, si ,es verdad que ni cuando está en su
domicilio siente la intención de protestar 'por ella,
también lo es que tiene aprendido en muchos exá-
menes concienzudos del fenómeno, que no le perte-
nece la responsabilidad de él.
Como dice muchas veces á sí mismo : ¿ qué culpa
tiene de ser como- es?, ¿acaso él se hizo? Ni si-
quiera sus autores tuvieron que ver en eso: son
descuidos de la naturaleza que, como desde viejos
tiempos se conoce, no puede hacer perfectas todas
sus obras.
De eso provino que él naciera así, y esté como es,
donde legisle, digiera, ó haga cualquier otra cosa,
pues, según lleva repetido cuando le obliga la in-
discreción ajena, en tratándose de “materia pri-
ma” cada cual es para siempre de lo que le hicie-
ron, y á ninguno es dado cambiar su estofa.
¿Por qué, entonces, tienen algunos desconside-
rados, la pretensión de que él haga lo que sólo sería
posible con otra alma que la suya? ¿No saben que
no se puede cambiar lo que cada sér trae para
5
66
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
sentir y pensar en todo el viaje de la 'existencia?
¿ O creen que á él no le producen disgustos las con-
secuencias de esa deficiencia que padece? Tanto ú
más que á otros, ser maneo, jorobado ó cojo, y
bien saben todos que él — que no es un espíritu
retrógrado — si hubiera podido cambiar una sola vez
lo que tanto le molesta, lo hubiera hecho como lo
hace diariamente con sus .ropas interiores y exte-
riores .
Pero, .aparte de todo esto; ¿acaso alguna vez él
ha estorbado á los otros la libertad de tener mejores
ideas?
Y así, siempre: confesando su condición, y ha-
ciendo ’el alegato de su 'inocencia; bajo el peso de
su timidez, pero con el anhelo de la justicia en lo
que cree que ella puede favorecerle; en cualquier
hora y en cualquier sitio, es presa de la necesidad
de explicar lo que le falta y lo que le sobra; por
qué no le corresponde la causa de ello ; hasta dónde
es 'su defecto y cómo tuvo que aceptarlo.
Pero, aunque demuestra que se conoce, y se juz-
ga, y en poco se absuelve y en mucho se condena:
permanece, sin necesidad, donde sabe que no puede
hacerlo sin comprobar lo 'que le desprestigia, y se
considera compensado con la retribución y la auto-
ridad del cargo que inviste.
i Cuántos así, nacidos con la aptitud de esa feli-
cidad !
SOLEMNE VACIO.
Alto, voluminoso, adusto, avanza con lentitud ,y
va como los santos en las procesiones ; deteniéndose
de trecho en trecho, cual si en él una majestad
esperara la veneración de los fieles de su iglesia .
Por eso doquiera se le ve, parece que lo pasean
por su parroquia, y deja la impresión de que se
halla desempeñando papel -principal en alguna ce-
remonia.
Pero, eso no es .más que su manera natural de
ser, y si la observación penetra y llega al interior
del armazón que da el aspecto: más allá de las
apariencias, como del otro lado del palacio pintado
en una decoración de teatro, no se halla más que
el hueco, vacío de todo cuanto no es necesario para
que cumpla su destino.
A veces, circunstancias inevitables en la vida pú-
blica á que fuera llevado — acaso precisamente por
la condición distintiva de su idiosincrasia, pues los
que con ella nacen la traen como un rótulo explica-
tivo de su destino, para que no se les dé otro uso —
le hacen ofrecer á él mismo la oportunidad de que
se le haga la psicología reveladora de su sér inte-
rior, y entonces aunque comprende que no puede
68
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
resistir á esa contabilidad de su haber espiritual, se
sobrepone á la angustia de esos momentos, y se
aparta de esas preoicupaciones que pudieran pertur-
bar la serenidad impertérrita con que sigue su ca-
mino.
Ha sido en tareas de magna y trascendente legis-
lación para pueblos que la tienen merecida, dónde
más frecuentemente tuviera necesidad de dejar ver
el forro intelectual de esa frente dilatada bajo el
cabello bien peinado que él ostenta, ’á veces, incli-
nada, como la de otros por el peso de los pensa-
mientos que contienen.
Y allí, todo, desde el “pido la palabra”, hasta
el “he dicho”, preparativos, ademán y gestos, tiene
en él la expresión del anuncio y la promesa de las
grandes cosas, parece como que se refirieran á ,1o
más grave de la vida, á lo último y superior en
toda cuestión, á lo que encierra toda la ciencia y la
suma sabiduría humanas.
Sólo que cuando ha callado, siempre, invariable-
mente, todos piensan de él lo mismo, y se dicen y
repiten los unos á los otros: ¡y sin embargo, pare-
cía que iba-á opinar algo!
INTRANQUILO.
Si tuviera que presentar una razón para explicar
su eonduota, ó se le exigiera una justificación de
su actitud, le sería muy difícil saldar su cuenta con
la opinión; pero sabe que nadie se propone per-
turbar su tranquilidad con el examen de su pasado,
y es feliz.
De cuando en cuando, algo como un anticipo sobre
las precauciones que espera le imponga el porvenir,
le haee dar explicaciones sin que se le pidan, y
entonces, expone su actitud á su manera, y siempre
tiene razón.
Pero, siente que su perseverancia no interviene
en el criterio público ; que se le sabe reo, y que está
juzgado definitiva, inapelablemente.
La razón, la moral, el derecho, la justicia, la
■patria, hasta la familia, invoca como móviles de su
acción, con el propósito de que se le justifique lo
que ha hecho y él sabe cómo es ; y cada vez que sus
labios articulan aquellos vocablos expresivos de otros
tantos conceptos respetables, sólo consigue advertir
indiferencia ó incredulidad.
Entonces se interrumpe, vuelve á la silenciosa
prudencia que le conviene, y queda usufructuando
79 tfUAN ANTONIO ZUBUíLAGA
el puesto desde el eual sabe que puede desafiar la
¡reprobación que siente bajo la indiferencia de los
que le escuchan, porque sabe que es impotente el
desprecio de todos, para moverle de dónde está
puesto por la aptitud que es la mancha de su nom-
bre.
Y queda en su sitio que mereció como pudo.
SUFICIENTE.
Yo puedo; yo hago; si qhiero soy el primero;
sé más que cualquiera; hablo y escribo mejor que
todos; soy fuerte; soy espiritual; enamoro á todas
las mujeres que deseo; en fin: Dios hizo el mundo
y, aunque no solo porque la verdad es que hay
otros, yo estoy en él para triunfar, en todo y
siempre.
Eso, ó todo lo que vale tanto, ó tan poco, es, en
síntesis, cuanto, á cualquier hora, ó en cualquier
sitio, expresa en sus gestos, ademanes, palabra, aire,
trajes, mirada, y hasta silencio, el ente que hoy re-
cordamos.
.¿Qué hizo para motivarlo?
Naéió, lo nutrieron y creció; fué á la escuela
donde entre el maestro y los libros le igualaron á
algunos ; de allí pasó á las facultades superiores, de
donde salió tan doctor como otros ; en seguida ofreció
su nombre titulado al mejor postor político, hasta
que le conocieron las aptitudes y uno le tomó á su
servicio ; y de entonces data su vida pública, constan-
temente dirigida al éxito, .y en todas sus orienta-
ciones sieiúpre limitada 'por la satisfacción del úl-
timo apetito; sin un miraje que levante la frente
72
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
con el anhelo de una ascensión dignificante; sin
una mira alta, de esas que arrancan de las sombras
del suelo hasta á los gusanos, haciéndoles encami-
narse hacia la luz.
Y en 'el aula, como en la tribuna, en la prensa,
en el salón, ó en el paseo, él siempre, para él, es
el primero, y nacido incapaz para la percepción
de las diferencias de las tallas y la desigualdad de
los vínculos, vive feliz con su convicción, sin pre-
guntarse nunca por qué es otra la opinión de todos
á su respecto, ni qué habrá distinto de él en los que
sin pensarlo ni procurarlo, reciben de todos ese pre-
cioso dón de la fe, y del respeto que él no halla,
más que allá en la obscuridad ignota de su fuero
interno .
Por eso no advierte nunca sus derrotas, y en cual-
quier empresa, cualquiera sea la opinión que deje
tras 'de sí, siempre sale satisfecho con el logro de
lo que se propusiera — según costumbre: poco y
cerca — como algo solo posible para las facultades
y esfuerzos excepcionales de los hombres superio-
res.
Así continúa, para su dicha, pudiendo decir como
si fuera realidad : soy, puedo, hago, valgo, sé, triun-
fo, más que los otros y por encima de todos.
Feliz él.
ÉL ERA UN SER SUPERIOR.
Cuando pequeño, después de un sarampión, que-
dó distraído y reticente.
Como con la edad 'crecieron él y eso, al dejar
la escuela, terminada .la adolescencia, fué incapaz
de comprender quién era, pero quedó convencido
de su igualdad con cualquiera persona de mérito.
Entonces, no pudiendo ver otras diferencias en-
tre las gentes, distinguió aspectos, y prefirió uno:
formó melena con el cabello que tendía y apelmar
zaba sobre los huesos del cráneo; arrugó la frente
para parecer reflexivo ; adoptó el más extravagante
abandono en el traje; tuvo gestos de desprecio al
oir los elogios de otros; sonrió irónicamente ante
todos los éxitos; negó á los que triunfaban; y se
llamó incomprendido.
Pero cuando más satisfecho estaba de la traza y
la conducta imitadas — que eran su única obra — ocui-
rrióle el hallazgo de la decepción, que, como de
antiguo es sabido, en el camino de la vida sale
al encuentro de las ilusiones para amargar las me-
jores horas.
Fué una noche, en la cual, al retirarse disgustado
de donde la ovación sancionaba el triunfo de al-
74
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
guien cuyas facultades habían recibido su fallo ne-
gativo y su irónica sonrisa, advirtiera que como
sus adopciones intelectuales derrotadas, su catadura
era objeto de la observación desconfiada de los
agentes de policía, y al divisársele á lo lejos, entre
el ambiente nocturno, ahullaban los perros y eriza-
ban la cola los gatos.
Entonces, en medio de su tribulación, como al
mágico conjuro de la suerte adversa, sintió llegar
á su memoria, claro, fatídico, y sin una sola letra
menos, el párrafo aquel de la réplica de un contrin-
cante en los días de su fe en sí mismo:
“^Y sí á pesar del pelo largo, del traje sucio, y
de las afectaciones maniáticas, no fuera más que
un mancebete con la jeta mocosa pegada sobre la
página de los libros, para deletrear las ideas de
los hombres, llamar á ellas su ciencia, creer suyo
el talento de ellos, sentirse satisfecho y quedarse
grave?”
Y eso.fué el fin del tÜpo, y el principio de un
ser normal .
EL DE LA DEBILIDAD.
^ Todos los días recuerda el origen de su fortuna,
ipero no llama al hecho con el nombre de lo que
fue, y le dice “su debilidad”.
Ya en la infanciaj la familia había advertido en
él grandes facilidades para hallar la solución de los
más difíciles problemas; con el mayor desprecio
por las reglas establecidas, revelaba audacias extra-
ordinarias, tentativas inesperadas, que aunque acu-
saban una incomodidad ante el orden regular admi-
tido para la realización de lo que se proponía, y
dejaban ver una tendencia á violar la ley recono-
cida por todos, eran siempre, indiscutiblemente, pro-
cedimientos expeditivos.
Creció, y con la dilatación del cuerpo ^coincidió
,1a de su conciencia, y así cuando 'fué hombre, sin
conocer el freno moral de los escrúpulos que expe-
rimentan los que sienten la necesidad de hacer de
la conducta una consecuencia del deber, continuó
usando para la solución de los problemas de la
vida, los métodos que aplicaba para resolver los de
la escuela.
Pero, la sociedad tiene autoridades que, aunque
no falte quienes les nieguen legitimidad, no las ha-
76
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
lien respetables, y hasta, se propongan burlarlas,
logrando, .á veces, escapar á sn alcance, son efec-
tivas, cumplen un cometido en la comunidad, y á
su vez, en ocasiones consiguen defraudar propósitos
^ñcompatibles con los intereses para -cuya custodia
están organizadas, y malogran los planes fraguados
por la aptitud necesaria para proponerse transgre-
dir las leyes.
Y esa institución de las sociedades constituidas
jen organismos por el derecho, fué la que, no obs-
tante el perfeccionamiento de las habilidades que
(desde la primera edad de la vida, revelara para
apartarse en la consecución de lo que deseaba, de
los procedimientos rectos empleados por los demás,
y lograr su objeto por recursos insospechados, casi
le perturba la digestión de una de ésas obras de
su industria personal.
, Aquello fué extraordinario: después d,e haberle
salido siempre bien, todo cuanto se propusiera con-
tra lo que debía ser, durante largos años de vida
difícil, pero cotidianamente triunfal, á su manera,
pna vez, en solo un día, casi le fracasa el sistema,
y se le viene encima responsabilidad bastante para
Jiacerle arrepentir de todo lo que había hecho con
arreglo á él.
Máxima actividad de su perspicacia, prodigiosa
multiplicación de su diligencia, influencias, caridad,
intervinieron á tiempo para salvarle de la acción
legal que le alcanzaba; pero en la contienda lie-
SÁTIRAS É IRONÍAS
77
yaba jugado el nombre, y lo perdió, pues aunque
de la prueba salió administrativamente absuelto, no
escapó á la sanción moral, que es la pena de la
tconciencia pública.
Y él lo sabe, porque lo siente, y por eso, en medio
á la fastuosidad conseguida en aquella forma, en
todas partes se halla intranquilo, está en sociedad
como ante jueces, y lee constantemente, en las mi-
gadas, en las reticencias, y hasta en el silencio, algo
que le acusa y le dice : delincuente.
Así vive mortificado y lamenta su “debilidad”.
IDEMISTA.
Llegó, como otros, por la influencia de quien pu-
diera extraerle á la superficie sin necesitar, para
sus propósitos, malgastar atención en averiguarle
las aptitudes.
Pero, él, se vió, naturalmente, en la precisión de
ser lo que podía, y resultó sólo como se le conoce.
. Todavía está por dejar oir su primer discurso,
pero dotado con la sincera modestia que casi siem-
pre acompaña y es el mejor adorno del mérito efec-
tivo, no padece el hombre impaciencias por la gloria,
I
j hasta ahora todo demuestra que no está apurado
por recoger 'ese primer aplauso que él sabe que le
espera para cuando revele sus dotes oratorias.
El ha oído á gentes que leyeron — pues parece que
hay seres curiosos capaces de hacerlo — hablar de
recuerdos clásicos, demostrativos de tanta prudente
continencia verbal como la suya, para mejor adqui-
rir en el estudio y en la lucha contra los defectos,
la perfección de la palabra y el dominio de la elo-
cuencia que más tarde diera gloria inmortal á quie-
nes lo hicieran: “hasta de uno que se ensayaba
SÁTIRAS É IRONÍAS
79
ante el mar, para, vencer el ruido de las olas y ad-
quirir el hábito de la oratoria frente á todos los
tumultos, le han contado algunos que le supusieran
con candidez para admitir semejantes patrañas”,
como él dice.
Sus procedimientos son personales, distintos, y de
ellos se promete que, cuando menos, sean tan efica-
ces para alcanzarle el éxito que desea, como cuales-
quiera de los que hayan valido á otros famas impe-
recederas de eminentísimos tribunos.
Por ahora, mientras no se decida á triunfar, sola-
mente oye, calla, y contra el refrán no otorga, pues
nunca ha tributado un aplauso á sus colegas más
celebrados por su elocuencia, y cuando alguien do^-
minando á un auditorio con maravilloso arte en su
palabra, recoge la expresión del mayor entusiasmo
en una multitud, él permanece impasible en medio
á.la ovación, porque nunca halla á nadie que al-
cance en la oratoria el grado á que él aspira, y que
realice el tipo satisfactorio del ideal que él ha con-
cebido y se promete realizar .
A esa actitud él la llama conciencia: orgullo la
han considerado algunos, y los más, mucho menos
que eso; pero no está hecho él para modificar la
conducta que le aconsejara su criterio, por opinio-
nes ajenas, y sigue preparándose en la prudencia
del silencio para ser 'aquello _ que él ha visto como
en un sueño, y, en tanto envejece, pasa su vida par-
lamentaria, como aquellos doctores que aprobaban
80
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
todo sin dar nunca razón de su voto, y al través de
numerosos años sólo se recuerda haberle oído decir
“ídem" después del último que hablara en cual-
quier debate.
De ahí su apelativo.
ÜN DESATENDIDO.
I Cuánto tiempo hace que afirma que quiere salvar
al país? Nadie lo recuerda; pero todos saben que
4esde que le conocen le han oído decir eso.
Si se diera crédito á su palabra, dice, ¡ qué lejos
se hallaría la nación de donde está! Él no tiene
certeza de cuál fuera exactamente el grado á que
llegaría de esa suerte en sus progresos; mas siente
que lo que expresan sus labios, si hallara fe en
cuantos le oyen, sería algo así como un resorte im-
pulsor que enviaría á la república muy lejos en la
senda de sus destinos.
Pero nO' inspira confianza ; casi no se le atiende ;
es más ; á veces se le supone alteradas las facultades
mentales .
, ¿Por qué?: él padece el hecho sin alcanzar su
razón; y cuando, experimentando, á veces, esa ne-
cesidad de consuelo que conoce el que no logra que
le escuchen aquellos á quienes se dirige, lleva su
mirada á la historia, dónde está registrada toda la
vida de la humanidad, para buscar un ejemplo de
ese infortunio, sólo ve comparable, á San Juan, pre-
-dicando en el desierto.
Y así, dice, frecuentemente, en tono sentencioso
6
82 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
^ue parece encerrara ia amenaza del arrepenti-
miento de los indiferentes, para breve tiempo : ‘ ‘ esa
incomprensión de la palabra de los apóstoles fué
fQuchas veces la perdición de los pueblos, y lo que
,en otras ocasiones con otros, se verá repetido con-
migo, ’ ’
Pasarán las generaciones, transcurrirán los siglos,.
¡y cuando sustituida muchas veces por el tiempo y
ia vida, sea otra la humanidad de estas regiones^
y pueblos mucho más adelantados sean la poste-
ridad de sus ascendientes de hoy, ^tonces, en era
^de clarovidencia y de justicia, se verá entendida
la sapiencia y reconocida la moralidad que ahora
no hallan la aceptación que él quiere .
Entretanto, aquellos á quienes se dirige, gentes
^e estos nuestros días de escepticismo, que ‘opinan
¡que están viviendo clarovidentes y aptos para los
discernimientos ‘equitativos, afirman que ya le ven
bien cómo es, y saben la cifra que señalará su den-
sidad moral en la balanza de las apreciaciones jus-
jticieras .
, Y sólo por eso, mientras él habla de ideales, prin-
cipios, convicciones, sentimientos, anhelos altruis-
tas, impulsos del patriotismo, y cuanto sabe más
digno del homenaje de los pueblos, y perennemente
^prestigioso ante la honestidad y la virtud, le sucede
Jo que á todos los mal disfrazados en cualquier
/carnaval, y oye y ve por donde va, que los labios
y las miradas, le dicen continuamente: te conozco.
JUBILOSO.
Era el nombre de un sujeto extraordinario : por
donde iba alegraba.
Como es sabido, hay aspectos que dan tos : al
cruzar quien lleva uno así, por entre la multitud
de la calle, algo como una corriente eléctrica, va
de él á la atención de los demás transeúntes, las
miradas se encuentran y las gentes ríen, á veces
hasta toser.
Este era de esos.
A pasos largos, con la satisfacción deh amanera-
miento adoptado, iba, llevado por la preocupación
de su importancia, siempre sonriendo picarescamen-
te, abrochado el sobretodo, las manos en los bolsillos,
recida la barba, el pelo abandonado á su desarro-
llo, el sombrero deforme, los zapatos para otros
pies .
Y cada vez que, al llegar junto á las vidrieras
del comercio de lujo, donde la alegría de la luz,
atrae 'la de la juventud que se 'deleita en la con-
templación y el comentario del desfile por las prin-*
eipales calles, oía reir á paso, como si fuera un
sembrador de la felicidad ajena, él contemplaba
complacido su figura en todos los cristales que la
84 JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
reflejaban, y le decía como hablándole á otro, y con
un guiño: ya sé por qué es.
Siempre con el mejor concepto propio, á toda
hora y en cualquier sitio, la satisfacción le condu-
cía, y desde una mesa del café, como en el teatro,
ú otro lugar de aglomeración pública, intervenía
inesperadamente en el diálogo de gentes desconoci-
das, aplaudiendo ideas, aconsejando perseverancias,
ó preguntando y respondiéndose, exaltado el ade-
mán y furibundo el gesto : “ ¿ para qué somos lo que
somos, y cuál es nuestra misión, si no la de guiar
á los inferiores ? ” ,
1 Y en seguida, cual si fuera .una irradiación de
(Cuanto en su alma para eso, hacía su 'felicidad, se
esparcía por su rostro, aquella sonrisa de suprema,
invulnerable placidez, que defendía, como una ca-
reta, lo que le hacía impermeable para el sentido
natural del regocijo que causaba por donde iba
dichoso por la satisfacción de su fe en sí.
UN SABIO.
Bía ciertos ambientes y en determinadas -circuns-
tancias, la reputación es más que el talento, y tanto
como el dinero.
Este era un sabio cjue sabía hasta lo que nece-
sitaba, porque sabía aquello, sabía que no valía, sa-
bía que venía de abajo, y sabía que quería subir.
i Cuánto sabía !
Con toda -esa ciencia, naturalmente estaba capa-
citado para cuanto le podía ser útil, y así concluyó
sucediendo lo que tenía que suceder: llegado que
hubo á averiguar la molestia de los escrúpulos para
luchar en la vida con los que llevan la ventaja de
ir descargados de ellos, los arrojó con conciencia de
lo que hacía, y aliviado de esa incomodidad empezó
á ascender ágilmente por la cuesta difícil de la re-
putación y los beneficios.
Así, durante algún tiempo, alcanzó casi todos los
éxitos que 'se propusiera, y tanto se acostumbró á
eso, que, haciéndosele todo gloria, alguna vez incu*
rrió su conducta en desviación de la senda trazada
por las leyes, pues se dejara arrastrar, distraída-
mente, por ideales cuya comprensión escapa á la
mente de los legisladores, gentes capacitadas apenas
66
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
para encauzar la vida dentro de prescripciones que
no permiten exceptuarse ni á los sabios.
Sin este contratiempo, seguramente, nuestro ham-
bre hubiera proseguido, sin la interrupción que pa-
deció, su carrera ascendente en los cargos públicos,
cuyas funciones retribuyen con dinero y con honc-
res : sabido es que es tradicional en las naciones muy
civilizadas, remunerar excepeionalmente á los que
'exeepcionalmente tienen nutrida la memoria, y que
es como una consigna pública la admiración y el
homenaje á los que desempeñan los cometidos que
aquellas dotes les permiten.
¡ Y qué sería del crédito intelectual de los países,
si así no procedieran para demostrar su extraordi-
nario adelanto y su rango superior entre los que
van al frente de los progresos humanos!
Por eso siguió cumpliéndose esa ley, tan honrosa
como otras para la humanidad, y la vez del primer
tropezón que diera aquel sabio mortal, por mirar
á las constelaciones de su cielo, lejos de verse sospe-
chada su prudencia y disminuida su reputación,
fué admirado más el caudal de su sabiduría, pues
se halló la razón para ello en el propio desliz, con-
siderando que ella quedaba aumentada con un co-
nocimiento más que acababa de adquirir en la ex*
perieneia de aquel accidente.
Así siguió 'feliz por su suerte, y así se conserva
cada día más estimado, más seguro de su posición,
SÁTIRAS É IRONÍAS
87
con más fe en su ciencia de la vida, y más contíanza
en la fuerza de su reputación.
Evidentemente este era un sabio que sabía : ¡ cuán-
to sabía!
DISTRAIDO.
i6i en. estos nuestros prosaicos días de egoísmos
materiales, triunfos industriales y frialdad cien-
tífica, fuera posible, como allá en los bellos y remo-
tos días del pueblo heleno, esperar después de la
vida, aquel pequeño trámite de la divina justicia
que se llamara psicostasia, y consistía en el peso
de las almas de los 'muertos, en la balanza de Jú-
piter: indiscutiblemente el sujeto que nos ocupa
podía confiar en que la ligereza de la suya le per-
mitiría remontarse á las regiones de los espíritus
más puros.
Ha, vivido, siempre sin mácula, una larga existen-
cia despreocupada, pasando diariamente, . inconmo-
vible, junto á todo cuanto — ^cualquiera sea su atrac-
tivo — en alguna forma interesa á alguien en la
vida .
Como si en él, dentro de esa caja de ocho huesos
en que cada sér humano lleva el laboratorio del
pensamiento, se hubiera hecho el vacío de una cam-
pana neumática, va por donde le dirigen sus pasos,
como conducido por el sueño de ' un sonámbulo,
sin que los órganos de sus sentidos transmitan im-
presiones generadoras de ideas y sentimientos.
SÁTIRAS É IRONÍAS
89
Extraño á cuanto promueve todas las formas de
la 'actividad social, nada tiene poder para alterar
la indiferencia de su espíritu perennemente equi-
distante de lo que atrae la atención de los otros, y
llámese ello ciencias, letras, artes, especulaciones ó
con cualquier otro nombre.
Y del sastre al peluquero, de su carruaje al pal-
co, y de la mesa al lecho, hace su vida de cada
día, como un sujeto de otro mundo, caído en este
planeta para no padecer otras necesidades que las
de la exhibición, el sueño, y la dig'estión, que satis-
face sólo porque no requiere las molestias que im-
plica la virtud del esfuerzo.
S'in embargo, eso que en él parece el obj'sto de
la vida, y que en la forma que lo hace tiene las
costosas facilidades del lujo, otros lo realizan como
necesidad reparadora de energías noblemente gas-
tadas, cuando se lo permite el empleo dignificante
de su existencia.
¡ iCóm'o recuerda esto el precepto redentor: bien-
aventurados los pobres de espíritu, porque de ellos
será el reino de los cielos!
CIRCUNLOQUIOS.
Nunca ha podido decir simplemente lo qne pien-
sa, siente, le sucede, ó quiere: cualquiera fuese el
asunto, cualquiera la circunstancia en que se halla-
ra, él ha experimentado, siempre, al hablar, la ne-
cesidad de mandar á paseo las ideas, los sentimien-
tos, .ó los hechos, mientras prepara 'algunas frases
para vestirlos con el lenguaje figurado que cree más
elegante.
Así confirma aquello de que cada hombre eae don-
de halla su. abismo, y. presa .perpetua de retóricos
devaneos, entre la perífrasis y la metáfora, se ve
con frecuencia girando, como en un torbellino, en
torno de lo que quiere decir, hasta que concluye
por ir á parar lejos.
Para él, la metáfora tiene la irresistible atracción
del precipicio, y cada vez que va á usar de esa fa-
cultad expresiva que distingue al hombre entre los
demás seres y la dicen palabra: junto al principio
de cada discurso se siente como en el borde de un
pozo, y oye algo que le llama desde el fondo, padece
un vértigo, y cae en la fra.se metafórica como en
el vacío.
No puede escapar á esa sedueeción ; ninguna otra
SÁTIRAS É IRONÍAS 01
figura retórica le hace suyo y le domina como esa
^ue llena de giros inesperados su conversación,
hasta desahogarle de algunos excedentes de su fan-
tasía: es cuando deja de hablar; sólo entonces han
terminado, siempre, sus discursos.
La maledicencia del adversarisano intransigente,
gue no perdona, y llega á veces, hasta donde se
cumplen funciones elevadas, en la vida pública, con
frecuencia atribuyera á diferente causa la extrava-
gancia lingüista de Circunloquios, pero para el au-
ditorio imparcial todavía eso es un misterio.
¿ Timidez para la franqueza ? ¿ Acaso excesiva ne-
cesidad de lisonjas, como llamara La Bruyere, á la
vanidad? No se sabe; tal vez una, tal vez las dos,
ó ninguna de esas causas.
Pero, lo efectivo, lo notorio, lo que le está ha-
ciendo gloria, es que — sea por algo de lo que cada
uno de los que le oyen se figura, sea por lo que
él mismo supone, ó se propone — desde el alto sitial
donde con santa unción oficia de director espiritual
de grey conspicua, rinde el más ferviente culto
visto, á la sacratísima metáfora, mártir, según es
fama, de múltiples profanaciones cotidianas, y ejem-
plar patrona de pedantes sapiencias y’muy socorri-
dos lustres intelectuales .
Con razón alguien dijera que el grado mayor de
la credulidad es la fe en sí mismo.
SATISFECHO.
El sabe que todo no es exagera/ción por enemis-
tad; que todo no es error, en la opinión que con-
sigue en el ambiente ; siente que saben cómo es, y
que en realidad le falta mucho para ser todo lo
que quiere que en él ,se acepte.
Pero, este reconocimiento de la justicia que le
hacen los que tienen razón, no impide que él perse-
vere en la conducta á que debe su encumbramiento,
y que siga recogiendo de ella todo el provecho posi-
ble, pues bien probado tiene que los resultados de
ella bien pagan la pena de los ligeros sinsabores
que le .procuran, de cuando en cuando, las indisi-
creciones que descubren la sinceridad de quienes, al
través de todo lo que hace y dice como si vistiera
un disfraz, lo ven por dentro.
Y 'habla, habla tanto para continuar en escena,
como para complacer una fe recóndita que, entre
todo el escepticismo que siente por hombres é idea-
les, le trae la alegría de un halago á su amor
propio, porque él se supone orador y se cree elo-
cuente .
Por eso, cada vez que al pedir la palabra desde
el asiento donde se siente, por toda una legislatura,
seguro contra sus adversarios como en un fuerte
SÁTIRAS É IRONÍAS
,93
iuespugiiable, advierte en los circunstantes algo que
es la preparación para un espectáculo ameno: se
reconcentra en la intimidad de su espíritu, persua-
dido siempre de la impotencia de todas las ironías
que le dedique la intolerancia, y acomete la em-
presa de desarrollar la elocuencia que se atribuye,
con el convencimiento^ de que con ello, , triunfa de
I
los que le niegan, y sirve á su gloria.
En esos momentos nada lo detiene y es su teme-
ridad -insuperable : desde el énfasis de la dicción ;
la ampulosidad en la fraseóla extravagancia en los
vocablos; la exageración en el ademán, y las proli-*'
jidades inauditas en la pronunciación, todo cuanto
sabe que satisface las exigencias de lo que él concibe
como supremas elegancias oratorias, aparece en su
aspecto, en su voz y en sus gestos, dándole relieve
extraordinario y característico en el conjunto de
cuantos integran la corporación de que forma parte,
Y cuando, concluida, después de demasiado tiem-
po y múltiples interrupciones, su accidentada pe-
roración sobre cualquier tema, recibe con gratitud
los aplausos de sus colegas — ^pues la caridad es algo
tan humano que ‘á veces -aparece hasta entre riva-
les — y empiezan en torno suyo los comentarios
discretos que no llegan hasta él más que en rumores
ininteligibles; siempre abandona el recinto anima-
do por la convicción de un doble triunfo, sobre los
que le .saben el alma de memoria, y sobre las gene-
raciones del porvenir que cree que ’le admirarán .
Así es feliz.
UN AUSTERO.
Consejo de su trivialidad, ó .cálculo de sus con-
veniencias, la verdad vulgar es que ahora es cos-
,tumbre en él : cada vez que puede, en público ó en
privado, grita “mi dignidad”, y cuando se refiere
á “los principios”, se quita el sombrero como si
saludase á una majestad.
Jamáis hubo otro tan extraordinariamente respe-
tuoso de su decencia ; nunca otro 'más desconfiado
de la sinceridad de quien le hable; nadie como él
para suponer índoles ocultas é intenciones inmora-
les en cuantos le conversan.
Y convertido en juez inexorable de la. conducta
ajena ; parece que haya creído que basta adoptar
severidadés, para ser mejor que el prójimo; se
atribuye autoridad; cuando la educación le atiende
supone que es la fe que le escucha ; y sin ver que
le comprenden y le dejan ser lo .que se propone:
se excede, no ve á nadie igual, para sn intolerancia
no sólo aumentan los picaros, sino que ya no que-
dan buenos, y en realidad va siendo algo así como
una cruz para las gentes honestas, que, aunque sa-
ben que nunca pudieran ofrecer motivo de incul-
paciones, sienten que todos los actos de su conducta
SÁTIRAS É IRONÍAS
95
son vigilados por este .sujeto que parece la encar-
nación de la sospecha, y empieza á cansar á la de-
cencia.
Pero, ¿se puede preguntar quién es, ó de dónde
yino? Para que se le acepte por lo que él quiere,
necesita como Lohengrin que no se le interrogue
cuál es su origen, su condición, ni su ley; pero
para averiguar si es lo que parece, sirve el testi-
monio de los que le vieron en el escenario anterior
á este en que se nos muestra tan extraño, y esa opi-
nión le desagrada en la comedia de la vida pública
|)orque informa de cómo desempeñaba un papel
ingrato .
Y dice del personaje ; hasta ayer, era el más solí-
cito y obsecuente servidor de un desgobierno cuyo
responsable se parecía al ciudadano más austero de
una de las épocas de mayor degradación que regis-
tra la historia, en que como aquél creía que había
corrupciones necesarias al estado; para él tenía
siempre en los labios la frase que hace sonreír, pro-
picia las voluntades, é inclina á la protección y al
favor ; 'poseía constantemente en los ojos la expre-
sión que enternece ó pide, su mirada hablaba siem-
pre claro, decía auxilio, é imploraba algo.
¿ A costa de qué ? Nunca hizo cuestión de precio .
Así fué antes, en la época pasada para no volver ;
no estudió para eso, porque no había facultades
donde se enseñara: si no se hubiera graduado de
doctor en la ciencia de las sumisiones y en el arte
de hacer lisonjas.
UNO QUE VA A LA CALLE.
Como éi dice, acaso todo lo que, desde algún tiem-
po, ve en las cosas y en los hombres, no sea riguro-
samente verdadero ; bien puede ser que en ello baya
mucho de la ilusión característica de ciertos estados
patológicos, pues, como es sabido, hay cosas en la
vida que parecen mandadas hacer para aumentarle
la temperatura á cualquiera; pero para él es lo
mismo, porque abrumado por la intranquilidad que
se le ha producido sin que sepa cómo, por qué, ni
para qué, siente que ya no puede soportar más su
estado moral, y comprende que necesita resolver
algo al respecto aunque no puede decidir nada .
Y explica : fueron sensaciones, ligerísimas al prin-
cipio, intensificadas después, y coincidentes desde la
puerta hasta el fondo del palacio del congreso, lo
que, poco á poco, arraigara en su espíritu las con-
vicciones que hoy le trastornan y .atormentan.
Por eso sabe que allí todo le despide, y desde que
pisa las escaleras siente que el mármol de cada es-
calón se alza y le levanta el pie como negándola
entrada, para que se vuelva por donde vino.
Y cuando, sobreponiéndose heroicamente 'á toda
la resistencia que en mil detalles — sólo perceptibles
SÁTIRAS É IRONÍAS
97
para él — advierte en el ambiente de los corredores
por donde va, llega á la amplia sala de sesiones
en la cual ocupa el asiento destinado á un legisla-
dor: acrece la obsesión de que se ve presa, y todo
adquiere expresión^ y muros, artesonados, muebits,
desprenden para él, anuncio sin voz, aviso sin pa-
labras, que anhelante atiende, y entiende que dicen :
pasas, te vas, no volverás.
Así mortificado, vive éste los días legislativos que
le quedan á su vida representativa: caso de gene-
ración política espontánea, rico en no soñados si-
baríticos halagos hasta hoy, y destinado apenas á
objeto de muy amargas nostalgias para mañana .
Dicen que con frecuencia, al abandonar el “au-
gusto recinto de las leyes”, se le oye expresar
inadvertidamente, en voz alta, toda la convicción
de su pesimismo irremediable, y hasta hay quien
afirma que alguna vez le ha oído comparar su suerte
á la del babilónico rey que viera caer también toda
su grandeza, como al soplo de incontestable adver-
sidad, al anuncio de aquellas tres palabras, mane,
iecel, phares, rememoradas hasta nuestros días, al
través de los siglos, en las horas finales de todas
las prosperidades, y afirmar decididamente :
Esto ha de ser divina justicia porque es el pre-
sentimiento de lo que va á suceder: vine por ca-
sualidad, conozco que me voy, no volveré.
EL MAS FIEL.
Nada excepcional lo obligó, cuando se iniciara
en la vida política, á adoptar una conducta infe-
rior á la de los que con él empezaban.
Acaso haya vocadión para eso, como la hay para
dedicarse al servicio del Señor.
Pero, fuera cualquiera el origen que haya tenido,
fué la verdad que desde que apareció á su manera
en aquel mundo oficial, no pudo haber otro que se
adelantara antes que él á ofrecer, con la más extre-
ma solicitud, la mayor obsecuencia imaginable.
Libre de ese efecto de la susceptibilidad que se
llama pudor moral, nada tuvo nunca poder para
detenerle los agasajos al que podía retribuírselos
mejor, y vivía del cultivo de esa inferioridad psí-
quica, como otros de la práctica de una virtud,
y se llamaba á sí mismo “el más fiel’'.
De esas fidelidades sucesivas á cada uno de los
que ásoendían al poder supremo, obtuvo los innu-
merables cargos administrativos en los cuales fué
adnuiriendo ;Sti. significación política, y los bienes
de fortuna que, eon el tiempo, d'iéranle todo el ascen-
diente social de los que trepan pecuniariamente al
mundo de la distinción á que son extrañas.
SÁTIRAS É IRONÍAS
99
Sólo que, como tenía que suceder inevitablemen-
te, llegó hasta allí, con las consecuencias de su ma-
nera de inmiscuirse, y no fué más que lo que le era
posible por los antecedentes de que no le sería dado
desprenderse nunca, y halló el ambiente glacial,
sintiendo que el cinismo no era impenetrable para
algo más frío que la indiferencia, que era lo único
que había esperado y no temía.
Entonces no trepidó : consultando la moral de los
tiempos, y midiendo cuánta era la eficacia del dinero
en las horas de jugar su suerte, le tranquilizó su
fortuna, y armado de su poder, se procuró el con-
suelo de las satisfacciones que le perm'itía, y fué
el dueño de costosos caballos de carrera, comprador
infalible de las más caras localidades en los teatros,
frecuentador de todo espectáculo á precios extra-
ordinarios ; pero en todo lugar de concurrencia so-
cial veíasele, en medio al lujo de su tren, no como
los que disfrutaban, sino como la personificación
de una venganza, y en medio á todos los que irra-
diaban placer él parecía la efigie del rencor.
Nunca tuvo otras penas.
UN SIMBOLO.
En política, como en alfarería, hay nombres de
personas que evocan el recuerdo de aquello en que
se les viera, y, á veces, parecen sinónimos de malas
cosas .
El de éste era así.
Doquiera se le oía hacía pensar en lo que era y
había sido quien lo llevaba, lo cual bastaba para pro-
ducir la contraoc'ión de los músculos faciales, hacer
sentir escozor en la pituitaria, resfriarse y estor-
nudar, '
Su dueño no lo advertía, ó no se daba por ente-
rado, lo que parece igual aunque no sea lo mismo,
y cubierto por ese impermeable para cuanto pudiera
ser hiriente por provenir de la ajena inteligencia
de su condición, realizaba su vida con aspecto desi-
preocupado que le dejaba satisfecho.
Hay muchas reputaciones como esa, impotentes
para alterar tanto lo que valga, como la conducta
que adoptara, quien de ella fuere objeto por ha-
berla bien ganado.
Pero, éste, que, según parece, no es hombre de
echarse á dormir sobre sus laureles, aspira á mere-
cer más, y con ese propósito quiere progresar: por
SÁTIRAS É IRONÍAS
101
lo cual hay sobrado motivo para esperar que mul-
tiplique los procedimientos inherentes á su conduc-
ta, y se vean acrecidos correlativamente los efectos
fisiológicos de cuantos impresiona con ellos .
Por eso, si hasta hoy ha hecho lo que ha bastado
para convertir su nombre en símbolo de mucho que
en los otros ejerce acción morbosa, leve todavía,
acaso no transcurra largo tiempo sin que los efectos
del perfeccionamiento que busca, se hagan sentir en
forma alarmante entre las gentes que experimentan
la impresión nerviosa de lo que le caracteriza é ilus-
tra el nombre.
¡ El nombre !, que si ahora rememora algo que so-
foca y escuece en las fosas nasales, hasta provocar
el estornudo, acaso mañana adquiera sabor agrio
y vómico, que traslade sus efectos al estómago de
dos que le oigan, y trastorne en forma nueva su
salud .
Porque en eso de aumentar la condición peculiar
de cada uno, todos saben dónde empiezan las incli-
naciones, pero nadie hasta dónde le pueden llevar
las aptitudes.
Y los símbolos', como los objetos, están sometidos
á la evolución, que alcanza á todo lo que existe.
UN HABIL.
Nada revela en su exterior las cualidades que le
merecieran su fama de hombre hábil; pero si se
oye la descripción de sus antecedentes, queda con-
vencido de la razón de su nombradla, hasta el más
escéptico.
Su obra data de lejos; empezó abajo, y allá casi
en su infancia, trayéndola siempre consigo hasta
sentirse cansado de llevarla, aunque no resuelto á
abandonarla.
Se llama á sí mismo, “elemento electoral”, -cree
en. la excelencia y en el porvenir de su “carrera
política”, y tiene permanentemente un gesto de
supremo desdén para las legislaciones moralizado-
ras de las prácticas electorales.
En todas las épocas, cada vez que alguien le ha
anunciado, ó ha oído hablar, de propósitos guber-
nativos tendientes á la obtención de la legalidad
en el sufragio, él ha dejado oir la duda de su es-
cepticismo, y junto á la sonrisa que anima con una
'xpresión de travesura su rostro, brillan sus ojos
con la luz de la inteligencia de algo misterioso,
como con la visión clara y con la noción exacta de
la conciencia de los hombres.
SÁTIRAS É IRONÍAS
103
En esos momentos se le supone con la suprema
sabiduría y con la experiencia mayor de la vida,
porque convence de que él sabe más que todos la
verdad, y está iniciado en los misterios de las mu-
danzas del corazón humano .
¿Es duda de la capacidad de los otros? ¿Es con-
fianza en la permanencia de cuanto explica su sig-
nificación en el ambiente?
Ninguno lo averigua, pero también ninguno se
siente con fundamento para dudar de su palabra
cuando afirma que su época no ha pasado, que se
precisa de él, que lo buscarán, y le seguirán ccu-
pando, porque sus servicios eternamente serán in-
dispensables .
Sabe que su función es antipática á cuantos rin-
den culto sincero al civismo, que él no es persona
grata á todos aquéllos que anhelan la vida institu-
cional, que nada tiene él que ver con la democra-
cia; pero conoce la fuerza de las necesidades á que
sirve; sabe para qué es útil; y vive confiado en que
cualesquiera sean los propósitos directivos de cada
nueva reforma, día llegará para él en que, como
antes, volverá á ser llamado, y oirá cómo se le
solicita el contingente de sus habilidades.
Y entretanto disfruta de la holgada vida que le •
permiten los ahorros que hizo por la sola virtud de
sus aptitudes para la vida del comieio .
INOITATÜS.
Una vez que colocaban á un bruto herraduras
para su comodidad, agradeció el servicio con una
coz : no extrañó la acción en el autor ; pero se criticó
la falta de precauciones en los que le hacían bien.
Es evidente que á ciertos seres no se les puede
favorecer sin precaverse centra el riesgo de alguna
ingratitud : es su aptitud innata, no son responsa-
bles de ella, y después de ejercitarla, naturalmente,
se quedan tan tranquilos como antes, sobre dos de
sus extremidades, si son bípedos, y sobre el doble,
si son cuadrúpedos, como en el caso referido.
Así pasó con éste: todo lo debió á la protección
de un poderoso, al cual elevó al cielo y comparó
con Dios mientras pudiera ser insuperable dispen-
sador de beneficios, y de quién fué implacable ene-
migo, así que le supo descendido del poder desde
donde fuera el autor generoso de todo aquello- que
lo había honrado.
Porque él no tenía cualidades para llegar por
ellas, hasta donde se le había visto, cada vez más
alto, y tan notoria era su carencia de aptitudes, que
al través de los honores consiguientes á todos los ele-
vados cargos en que se le viera, más de una vez
HÁTlItAH Ú IIIONÍAH
105
llogn 6 Oltmrsc hiiHtn, -su ntiior prupio, voino aire
frío eokido por un rcisípiieio, la iiilaridad de la con-
ekjiKUa píiblica, moliva-da en la d('S()r()porcióii dü
Niw fuiieiotieH con hun inefeciinienloH, y en la única
y pnaitiva razón de la. rápida carrera ascendente
que constituía toda su vida [n'ibliea.
De ahí, la comparación (le su importancia á la
de COHIW4 y sortw (pie la. tuvieran tanta, y máa, de
la misma manera, y por if^ual motivo: mediante el
favor de un poderoso; y como consecuenfia natural
de ellas el nombre del ejimiplo m.á.s exacto (pie ofre-
ciera la historia: Incitatus.
íneitntps; aipiel noble irracional tan amado por
el más siniivitro de los eásares, (pie ('ii la noche de
la víspera de las carri'ras (hd circo, le enviaba, sol-
dados para que velaran .su sueno, guardando el
silencio de todo el vecindario, y para el cual hi-
ciera (^nnstruir cuadra de mfirmol, pesehre do mar-
fil, nrnesí's de púrpura y collares de perlas; ponión-
dole palacio con ('selavos y nuK'bles, y hasta inton-
tando iiivestirh' con la diiínidad de cónsul.
TTna sola difenHicia halló, sin einharffo. un eru-
dito, entr(‘ los dos seres (’omparndos ni travós de
los siirlcs; la irratitud, comprobada en el (‘jemplar
de la ciudad ('terna.
BIENVENIDO.
Fué su nombre familiar desde antes de nacer,
porque debía ser heredero de varias fortunas.
Lánguido el aspecto, amarilla la piel, y rubio des-
vanecido el cabello y el bigote, alguien ha dicho de
él que es la personificación de la libra esterlina:
moneda muy chata, pero que, como es sabido, vale
más que otras por el oro que tiene y le da color.
Poco favorecido por la naturaleza, en el alma
como en el cuerpo, no nació para labor alguna ma-
terial ni intelectual, pero al venir á este bajo mun-
do, donde triunfa la suerte y no es preciso el mé-
rito, halló fácil la vida, á la cual llegaba para ser
parásito, y alcanzó su riqueza como la lombriz so-
litaria su substancia nutritiva, allí donde se des-
arrolla y vive: sin esfuerzo.
Acaso <por eso sostenía, en su juventud, que no
existe cosa más volátil que el dinero, y que no hay
envase bastante hermético para guardarle: criterio
modificado por la edad hasta hacerle coincidir en
la opinión contraria, tradicionalmente compartida
por todos sus antepasados, y probablemente trans-
mitida en la sangre para hacerla aparecer, á su
hora, en toda su descendencia.
SÁTIRAS É IRONÍAS
107
Esto aparte, tiene la preocupación de la nombra-
día, y por ella hizo y hace lo que puede, no preo-
cupándose de merecerla, sino de conseguirla: así
pasó por las aulas y salió de ellas con un título
adquirido de doctor, y dondequiera que estuviere,
á poco que se le hurgue el amor propio da por
las paredes.
Llevado por esa -debilidad moral, continuamente
quiere significar otra cosa que lo que puede, y sin
comprender, ó sin resignarse á las incompatibili-
dades naturales de las aptitudes efectivas con las
exigencias superiores, á todo se atreve, todo lo in-
tenta y todo lo ensaya.
Así donde ve hacer, hace, y donde oye hablar,
habla; siempre, inevitablemente, apenas como pue-
de ; pero, á la vez, sin dudar de que lo realiza como
cualquiera que lo haga bien, y convencido de que
es para su gloria,' cosa aplazada por la naturaleza
hasta el día en que le fuera posible comprender
por qué hoy no lo es.
Y entretanto, sólo consigue conservar — porque,
como el cuño de una moneda, no le abandona mien-
tras circula — el valor de su oro, de su -oro de ester-
lina, chata como su mentalidad y amarilla como sus
cabellos.
ViVe ó dura? : ni él lo sabe, pero sigue existiendo
fácil y dichosamente, sin otra pesadumbre que la de
no poder ser considerado más que en el mundo de
los negocios, donde todo se vende y se compra, me-
108
JUAN ANTONIO ZÜJBILLAGA
nos aquello que él precisa y busca, , sin lograr ha-
llarlo porque no hay mercados en el mundo que lo
tengan para ofrecer á los necesitados.
EL INTERPRETE.
Sabe que no necesita extremar las demostraciones
de su adhesión á los oficialismos que se suceden;
que nada lo obliga, cada vez que se presentan cir-
cunstancias difíciles, á ser el iniciador de las acti-
tudes defitnidas; que no , hay algo que le imponga
el radicalismo que asume en todos les casos y con
todos los pretextos; pero no lo puede evitar: está
en sus costumbres, es la primera necesidad en, su
conducta .
Y ‘apenas advierte, con la .delicadeza de percep-
ción que es su facultad distintiva, el más leve in-
dicio de remoto interés por cualquier cosa, en cada
uno de los que se suceden en el poder supremo del
país, él se adelanta, temerariamente, á urgir, en la
forma en que .se lo permiten los diferentes casos,
la satisfacción del propósito oficial.
Muchas veces, sus colegas, al verlo partir hacia
les extremos de cualquiera cuestión, como hacia un
abismo, ó contra un reducto etizado de bayonetas,
aunque le conocen, y confían en la procedencia de
sus entusiasmos, se han visto presa de una sensación
de intranquilidad que parecía anunciarles un ries-
go, y hasta han experimentado la consternación de
lio
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
creerse sobre el vacío, al verse precisados á seguirle
en casos absolutamente imposibles de prever, é ines-
perados para todos.
; Pero, en cada una de esas ocasiones, nunca ha
dejado ver en su conducta, ni el menor síntoma que
permitiera diagnosticar en él una indecisión, y fiel
á su método, siempre, invariablemente, en la tribu-
na, en la prensa, dónde ha podido hacerse escuchar,
ó hacerse leer, igual ante uno que ante cien, ó ante
mil : . ha sido posible verle explicando su conducta
por razones superiores de dignidad, de patriotismo,
de conveniencias públicas, hasta inspirar veneración
por tanto altruismo, y hacer sentir la mayor lástima
por sus sacrificios en holocausto á todo lo que es
extraño á su interés personal, y para bien ajeno.
Y siempre, invocando los principios, la equidad,
la moral, el derecho, las leyes, la sociedad, la patria,
todo cuanto sabe más venerable para la sinceridad
de los sentimientos altruistas, y razón de la con-
ducta de quienes fueren dignos: avanza interpre-
tando infaliblemente los deseos y la voluntad pre-
dominantes en cada nuevo ambiente gubernativo, y
es su actitud norma segura de la conducta de cuan-
tos necesitan ver bien interpretada la voluntad su-
perior para servir á la patria en la obra política y
administrativa de cada situación .
UNO QUE FUE INTRANSIGENTE.
Indudablemente uno de los espectáculos más in-
teresantes que ofrece al observador el escenario po^
lítmo de las naciones, es el de las inconsecuencias
finales de la idiosincrasia propia de cada uno de
lois actores, con el papel que asumieran en la fun-
ción de su vida pública .
Y en esa hora en que descorrido como por la
mano indiscreta y despiadada de la naturaleza,
el telón de una nueva época, deja el proscenio lleno
de revelaciones comprometedoras, aparece caído al
pie de cada uno el velo del disimulo, ó de la adver-
sidad que le caracterizara como ídolo, ó como objeto
de execración.
Por eso, al quedar descubierta la desnudez moral
ó intelectual por cuya ocultación los interesados
vivieran reputados con injusticia: asisten, infali-
blemente, los espectadores, á la desaparición de mu-
chos apóstoles, y pasan para siempre, como las som-
bras de la ilusión de un sueño, las imágenes de los
que se propiciaran el respeto personificando el al-
truismo y la integridad del carácter, mostrándose
obedientes á los dictados de la moral, y llamándose
los más fieles intérpretes de la justicia, movidos
siempre por el impulso inmaculado del patriotismo .
112
JUAN ANTONIO ZUBILLAaA
En el espectáculo de la época, éste fué de esos:
nacido con buena voz, gritó mucho desde lejos de
los honores y los puestos lucrativos; acusaba todos
los días; inculpaba por profesión; y, así, siguió vi-
viendo para eso, hasta que una vez le pareció oir
de la multitud un grito sin ironía que le llamaba
austero, y en otra ocasión comprobó que le citaban
como ejemplo.
Entonces se consideró llegado al lugar de su pro-
pósito, y desde el andén de su reputación tomó el
^onvoy que llevaba á los más altos destinos. . . y
[esta es la hora en que todavía viaja, libre de la
tentación de descender antes de hacer todo el reco-
rrido .
Pero, el pueblo, el eterno espectador de las tra-
viesas habilidades de algunos de los políticos que
le dan la broma de su respeto, empieza á desco-
nocerle, y hasta á perderle de vista, á ratos, acaso
por la velocidad de su tren, pues aunque todavía
recuerda el afán que ponía el hombre en mos-
trarse intolerante é intransigente con los que no
igualaban la dignidad que se atribuía: algunos de
larga vista hacen ya la afirmación de que en el rá-
pido en que viaja, ha abandonado el vagón de pri-
mera en que saliera, conforme á su rango, y va mez-
clado á los pasajeros de tercera sin sospechar que
le observan.
Por eso ha comenzado á preguntarse la muche-
dumbre si irá á desaparecer para siempre el procer
SÁTIRAS É IRONÍAS
113
de la intolerancia y la intransigencia en la llanura.
Y sólo á su conducta será 'dado responder, pues
eso se sabrá á su regreso, porque éste, como todo el
que sale de su órbita, tiene que regresar.
EQUIS.
En cualquier plauo' de la sociedad, en todo sitio,,
á diferente hora, 'de día ó de noche, dónde se halle :
es algo así como un acertijo permanente propuesto
á los circunstantes; especie de interrogación para
todos, ó incógnita que nadie consigue despejar.
¿ Quién es ? ¿De dónde viene ? ¿ A dónde va ? ¡ Mis-
terio!: “preguntadlo al caos”, como dijera Manuel
Acliña después de hacerse esas preguntas, refirién-
dose al sér humano.
Sólo se sabe de él, que existe, se traslada, y hace
su dicha de la rareza que ’en su aspecto llama la
atención de cuantos se hallan por donde pasa : ape-
nas por ese inocente placer llega á todas partes.
¿Será bueno? ¿Será malo? ¿Es inteligente!
¿Es mediocre? ¿Ignorante? ¿Ilustrado? Nadie
conoce de él más que lo dicho: es el del as-
pecto extraordinario, que pasea haciendo volver
las cabezas para seguirle oon la mirada que al fin
le abandona sin haber conseguido, ver algo que en-
señe quién es el que le usa . .
Todos los ambientes tienen ejemplares de este
sujeto original, y lo curioso de este ente universal,
que parece que viniera para hacer preguntarse mu-
SÁTIRAS É IRONÍAS
115
tna é inútilmente á las gentes ¿quién será?, es que
á veces permanece impermeable para la curiosi-
dad ajena durante toda la vida, pues, en reali-
dad, nunca interesa á nadie averiguarlo.
Al fin, un buen día nos detiene en nuestro ca-
mino algún amigo, para decirnos, “¿sabes quién ha
muerto ? : aquel sujeto extraño que tanto llamaba
la atención en teatros y conciertos, en veladas cien-
tíficas ó literarias, en playas, en todas partes.”
— ¿Y cómo lo has sabido?
— “Vi en un diario su retrato, y junto al grabado
el anuncio de su muerte repentina, y una solicitud
de informes al lector que le conociera, para saber
quién era.”
Así llega, pasa, y se va Equis: como un acertijo,
como una interrogación, como una incógnita.
MISTERIO.
Pálido, demacrado, con los ojos siempre abiertos
como por una reciente y gran sorpresa, bajo el ala
de su sombrero negro : parece la encarnación de las
precauciones .
Trasciende de su aspecto la reserva de todas las
^esconfiainzas de un conspirador que se supone
sospechado; y dondequiera que se halle, mira con
disimulo, atiende aparentando distracción, oye de
espaldas, cuando camina no pisa; se desliza como
una sombra.
¿De dónde viene? ¿A dónde va?
Ni él mismo lo sabe, aunque vive todas las horas
del día perturbado por la convicción de que el azar
que le conduce, como un mal genio, le tiene reser-
vada su intervención en cuestiones graves y tras-
cendentes.
Y eso no estorbaría á nadie, si no ocurriera que
él relaciona á otros con su estado, pues, como por
costumbre, casi furtivamente, llega hasta donde
sabe que hay alguien que le conoce, y tras la sensa-
ción de alarma consiguiente á su presencia, entre
los que allí se hallen, él llama aparte, misteriosa-
mente, al que es su amigo, después de advertirle,
SÁTIRAS É IRONÍAS
117
si le ve poco propicio á su confidencia, que más le
conviene oirle, pues es serio y grave lo que le
va. á confiar, y con un murmullo acompañado de
tétricos gestos, desliza en su oído algo que general-
mente hace sonreír al que le escucha.
A veces la impaciencia estalla en la víctima, que
le despide desabridamente; y aunque, entonces, él,
infaliblemente, afirma que se va como el humo para
no volver, pasado algún tiempo su obsesión le hace
repetir la zozobra en otro círculo, donde se ríe ó
se repite la escena anterior.
Así, feliz, cultiva su manía del misterio y de la
novedad alarmante, mientras se figura que lo que
hace es para asombro de la humanidad y trascen-
dencia eterna.
“LE PLUS OÜTRANOIER”.
Es aptitud idiosincrática en él : cuentan que des-
de pequeño vivía sus días conducido por la vio-
lencia dé los impulsos, como hoy todo lo hace lleva-
do por , el ímpetu.
Como presa de un arrebato continuo, parece con
el ánimo perpetuamente caldeado por el fuego de
los mayores entusiasmos, y con los nervios siempre
en tensión, todo lo que le es útil lo halla diligente,
y cuanto inicia, acoge, ó desarrolla, lo extrema y
hace radicalmente.
Dotado de profundo sentido para discernir las
actitudes convenientes, en todas las circunstancias
que le ofrece cotidianamente la vida pública, él
sabe que no está hecho el riesgo .de las equivoca-
ciones perjudiciales para los que son claroviden-
tes como él y tuvieran la experiencia suya.
Por eso no vacila ante los .sucesos que cada día
son nuevas dificultades y problemas para los demás,
y sin mirar nunca para atrás, atiende solamente lo
que es interés, ú objetivo de cada uno de los que,
en el transcurso de los tiempos, se suceden en el
poder supremo de su país, y siempre, infalible-
mente, cuando todos adoptan una actitud prudente
SATTOAS É IRONÍAS
119
por la timidez de sus dudas, él se conduce en forma
radical, y lleva mucho más allá de lo que todos
imaginaran, los propósitos del último oficialismo
que integra.
Nunca, en caso alguno, hubo entusiasmo y calor
comparables al suyo en la defensa de todo, y cada
vez que se le ve, ó se le oye, como poseído por un
arrebato, sosteniendo lo que llama sus convicciones,
es tal su aspecto, la energía de su voz, la vibración
de su acento, la verbosidad, y la rapidez de sus
gestos, que con frecuencia suele dejar á los auto-
res de las ideas que defiende, ó promotores de lo
que le interesa, sorprendidos de tanta solicitud, y
hasta dudando de haber sido ellos los concepto-
res de aquellos propósitos que ven fundados, des-
arrollados y ampliados hasta obligar, á veces, á
reducirles á lo que habían deseado.
Por eso es útil, y de esa manera, ha sido perma-
nente, para su dicha y su fortuna, durante muchas
años, en la vida pública ganado lo tiene.
TIPO-TAPE.
Por supuesto que éste también proviene del am-
biente oxigenado de un rincón agreste de campiñas
vírgenes y exuberantes, en la rica .y feraz natu-
raleza del país.
De ahí su salud y su movimiento : extraordinarios
exponentes de muy rara intensidad vital.
Pequeño, adiposo, curvilíneo, recio de greñas, mi-
rada intranquila y color te: por su físico hubiera
pasado inadvertido entre algunos pueblos de la
América inferior, á no ser por la rapidez sorpren-
dente que desarrolla para trasladar su humanidad
de u»a parte á otra, y que — ^valga su aserto — 'le
lleva salvado en muchos peligros.
Probablemente por ella, y sin que él mismo, casi,
sepa explicar cómo, desde allá, junto al árbol don-
jde tuvo su nido, vino un día á dar en una banca
de hacedor de leyes.
Lento para hablar, habituado á hacerlo entre son-
risas, todo en él, aspecto y palabra, haría insospe-
chable su agilidad, si no fuera la viveza de sus pe-
queños ojos y la extrema nerviosidad con que eter-
namente restriégase las manos: dos detalles con
los que parece estar diciendo al que le ve, ¿ha-
cia dónde voy á escapar?
El no sabría decir si allá en sus años infantiles.
SÁTIRAS É IRONÍAS
121
fué mandadero y después ayudante de faenas cam-
peras, en una estancia, pero no obstante las ven-
tajas por las cuales sabe que es significativo en
política, siente la nostalgia del paisaje y de la
existencia que conserva en la memoria con todas
las predilecciones de sus más íntimos sentimientos,
y que, á veces, en medio á los halagos de la vida
pública, arrancan hondos suspiros á su pecho .
Poco le atraen los libros, naturalmente, á los cua-
les llama “papeleras de teorías”, pues sabe que el
rol que él desempeña es eficaz, y que su función
es práctica, y eso, que es lo principal ante su cri-
terio, basta para norma de su conducta en cuan-
to á lecturas y labores intelectuales.
Pero ha leído á Buffon, pues cierta vez que al-
■gui en. hiciera objeto de ironía á su exigua talla y
á su nerviosa rapidez, él citó en favor de sus cua-
lidades lo que el sabio 'naturalista opinaba del ra-
tón — sujeto que también las reúne — ^y recordó con
la complacencia del que triunfa, las palabras del
maestro sobre el roedor: “cuanto más débil es,
tanto mayor es el número de sus enemigos, á los
cuales no puede sustraerse sino por su agilidad
y su misma pequeñez”.
TRAJEADO.
Hay sujetos que convierten el día en año, y
viven en veinticuatro horas las cuatro estacio-
nes.
Este es así, y lo es porque padece la necesidad
-de que le distingan por el vestido : si pudiera
exceptuarse de otra manera, lo haría; pero na-
ció sin algo más que pelo y sombrero en la ca-
beza, y con algo mejor en el bolsillo; por eso
aunque no puede pensar y tener ideas, puede
gastar y tiene ropa.
5 Viste bienií
Para eso es necesario gusto, cosa que se hace
con discernimiento, y ya he dicho que él vino
-desprovisto de cuanto pueda fosforecer en el ce-
rebro: na<ía perturbará sus digestiones, libre es-
tá de neurastenias, larga será su vida fisiológica.
A veces, le acontece advertir algo así como
una ironía en los elogios á su elegancia, padece
la intranquilidad de la sospecha de que su as-
pecto divierte, y se pregunta cómo no convence
su mudanza de cuatro trajes al día.
Pero, los mayores disgustos de su vida entre-
gada al sastre, sus horas tristes, son obra de la
SÁTIRAS É IRONÍAS
123
distracción ajena, de los que en el salón, en el
teatro, en el paseo, en todas partes á donde va
“como cree que está admirable no sólo no le
admiran todo lo que él adoptara para éso, sino
que ni le advierten: gentes destinadas á la mor-
tificación de las preocupaciones serias, merecen
la vida desgraciada, y en vez de padecerla, co-
mo correspondería, se la causan á él, hecho co-
mo se precisa para ser feliz. .
Es lo único que le ha producido pensamiento,
y cada vez que le ocurriera eso, fugazmente, la
fatiga de aquel ejercicio sin músculos, le dió
sueño, y tuvo que retirarse á reposar del disgus-
to y del esfuerzo, con la sensación de una ‘doble
derrota.
En cambio, muchas veces ha experimentado
las más agradables sensaciones, pues con fre-
cuencia, al ver reproducida en los cristales su si-
lueta de diferente catadura á cada rato, sintien-
do confortada la fe en su método, continúa cre-
yendo en su rol significante, ríe y es feliz, como
puede y lo merece.
No ha falta'do quien le aconsejara los viajes,
para salir del ambiente á que él tanto se adelan-
ta, é ir lejos, á las sociedades viejas, dónde el
refinamiento de las civilizaciones acumuladas de-
ja comprender á los que se parecen á él: desde
entonces le seduce un viaje á Europa, tierra don-^
de, le han dicho, florece el sentimiento estético
124
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
en los espíritus como es menester para que se
sientan bien hallados los incomprendidos por es-
tas regiones.
E, indudablemente, cualquier día, irá allá
á hacerse vestir, para ser entendido como desea.
UNO QUE HA CAMINADO.
Es el suyo el triunfo de los pies.
Dondequiera que ha ido, á cualquier parte
que ha llegado, en todos los sitios elevados en
que se le ha visto: sólo ha sido por sus pies.
Desde la escuela se le conoció aquella apti-
tud; unos estudiaban, otros tenían precoz inte-
ligencia: él caminaba, y en la hora de prueba en
que á todos correspondía enseñar los ejercicios
obligatorias, dar una lección ó resolver un pro-
blema, él circulaba entre los que rodeaban al maes-
tro coa un libro ó un cuaderno, y aunque de-
mostraba poco, se agitaba más que todos.
Parece que, entonces, ya tenía la noción de
sus aptitudes y el sentido de la utilidad, pues
tras pocos años de moverse entre los bancos es-
colares, y sus condiscípulos, una mañana pensó
que él no era muy propenso á porfiar á la lectu-
ra la comprensión de lo que encerraban los li-
bros, y una tarde salió para siempre de la escue-
la, entre los que salían para volver al día si-
guiente.
Y — vocación suya, ó designios providenciales
— un año después había entregado toda su ju-
126
JUAN ANTONIO 2UBILLAGA
ventud y todas sus energías, á las actividades
políticas que con la edad y sus pies, tan lejos y
alto le habían de llevar.
Primero, las funciones de un club en un ba-
rrio suburbano, ofreciéronle oportunidad de re-
velar sus dotes para acortar distancias: fué un
agente económico y veloz para pasar la palabra
de orden en los días de reunión, y para el trans-
porte de balotas en las jornadas comiciales.
Eso era mérito destinado á las primeras re-
compensas, y desde una inspección de largo re-
corrido que se le acordara por sus aptitudes, tan
demostradas como reconocidas, entró al ejercicio
de los cargos públicos como á una avenida sobre
una pendiente: decidido á caminar ligero, que
era todo lo que antes había podido y le valiera
el primer beneficio. ’
Y así fué : sólo por la rapidez de su gestión
para propiciarse las influencias, se ha trasladado
con agilidad excepcional en los cargos oficiales,
y en las dignidades de los partidos políticos,
aunque siempre, infaliblemente, apenas casi, pa-
ra no ejercer otra acción que la de mera pre-
sencia.
Así, caminando, llegó también hasta donde es-
tá -y se le Ve en muy elevadas funciones públi-
cas: acaso sea por eso que, según dicen testigos,
en la banca que le contiene con todo lo que re-
presenta, sin cesar deja su mano una caricia so-
sítieas é ironías
127
bre los pies que alternativamente coloca sobre
una de las rodillas, en tanto los contempla enter-
necido, con una mirada expresiva de profundas
j antiguas gratitudes.
EL Y SU OBRA.
Ese sueño de la distinción intelectual del hi-
jo, que tanto halaga á casi todas las madres, j
que se concreta . en el anhelo de un título facul-
tativo, fué la causa original del convencimiento
que éste tenía de que debía ser hombre de letras.
Y oyendo, casi desde que pudo entender y
atender, el anuncio y el elogio del destino- que
le esperaba, siguió el consejo de los que le afir-
maban que era de la lectura de donde podría sa-
car todo lo que debía ser, y se entregó á la explo-
ración del papel impreso, hasta gastar sus ojos
en el hallazgo y la extraeción de la personalidad
que en él iluminaría el nombre, el país y la épo-
ca, con la luz de su fósforo.
¿Por dónde le había llevado esa lectura!
¿Dónde se había extraviado esa ingenuidad fal-
ta de guía, al internarse como en un bosque des-
conocido, en el misterio del libro?
Conducido por el azar tuvo buenos y malos
encuentros, y al cabo de algunos años, aunque
nadie hubiera podido decir si había llegado á
ser mejor ó peor que antes, él sabía que era otro,
que en él había alguien, y creía en 'ese como en
el ente superior de la especie.
SÁTIRAS É IRONÍAS
129
, No hay necesidad de asegurar que temprano
se supuso capaz de crear, para decir que á los
treinta años afirmaba que había escrito varios
ensayos y concluido una obra maestra.
y como en el sereno ambiente en que creció
esa planta, cualquier nombre emitido por una
voz enérgica, cruza sin interrupción y va direc-
tamente al eco, que le repite multiplicado mu-
chas veces: sucedió que cuando él gritó, como
si tuviera razón, que era autor de una obra maes-
tra, los vecinos empezaron á decir que sí, como
si la hubieran conocido.
Entonces él, empezó á vivir todo -el halago de
aquella fe en su mérito, como hubiera vivido la
gloria de un triunfo efectivo, y lanzado á la ca-
lle y al comentario, con el sombrero extraño, y
las solapas del levitón amplias, como alas para
remontar el vuelo á las mayores alturas, se com-
placía en ver, por donde pasaba, gestos admi-
rativos y ademanes que le señalaban; y oir vo-
ces que le nombraban, y le decían: ¡autor!
Pero, el destino, que probablemente existe pa-
ra algunos, tal como lo quiere el fatalismo para
todos, le tenía medido esas satisfacciones, y eran
contados los días de ellas, pues para mal de sus
pecados, todas aquellas manifestaciones admira-
tivas, condensadas gradualmente por el tiempo,
concluyeron por hacer imprescindible la impre-
sión de la obra, y un día fué editada.
9
130
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Fué la fecha de la reproducción del infortunio
de ícaro, en la cual asistió aquel mundo de las
letras á la caída de una gran ave de vanidad.
Y hubo allí un ilustre menos, y un buen hom-
bre más.
UN PURITANO.
Como una tentación, le alcanza todos los días
la noticia de alguna prosperidad en los que son
sus adversarios; pero, resiste á las seducciones
de la transigencia, por bien parecer, y aunque le
duela la adopción de esa apariencia de integri-
dad moral, como el uso de un lujo muy costoso,
á quien no posee riqueza -suficiente para llevarlo
sin molestia.
Y cuando piensa cómo fue que le ocurrió la
decisión de independizarse de los que le habían
formado cómo era, no le alcanza la conciencia
para arrepentirse bastante de aquella mala ins-
piración.
No recuerda quién fué ; pero, ahora sospecha
que haya sido un enemigo quien le diera aquel
consejo, haciéndole entender que era hábil apar-
tarse de sus compañeros en un momento difícil,
atribuyéndose intransigencia en .materia de prin-
cipios, y comprometiéndose ante la opinión á
perseverar en aquel puritanismo exaltado, como
quien realiza un acto natural á la idiosincrasia
propia, y lo que era más, y más difícil, con la
apariencia del mayor agrado.
132
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
‘ ‘ ¡ Quién sabe hasta dónde te vas á elevar, en
.el concepto público, y en tu carrera política, si
te exceptúas en esta oportunidad que se te ofre-
ce, como á un elegido por la Providencia para
los más grandes destinos!”, habían sido las pa-
labras generosas del otro, que, aunque no podía
hallarle en su memoria, ahora lo suponía reptil.
Pero aquella premisa no había tenido la con-
secuencia prometida, y desde el mal momento de
la proclamación de su principismo inflexible, los
hechos se habían sucedido en forma contraria á
lo que le era conveniente; y de allí á poco em-
pezaba á sentirse comprometido en el riesgo de
permanecer aislado en la dignidad de su situa-
ción, como el que sitiado en una fortaleza teme
concluir por rendirse á la fuerza de las necesi-
dades.
Y ahora, - ya le pesa la carga de su aparente
superioridad moral, como un postizo adoptado
de buen grado, pero hecho insoportable con el
uso: por eso, con frecuencia, se da á muy serias
reflexiones sobre su actitud y acerca de la posi-
bilidad de una evolución que le vuelva á la com-
pañía de cuyas responsabilidades se apartó en
una hora sin suerte, que le malo^ó las ventajas
que las acompañaba.
Pero, no se atreve, pues para colmo de su in-
fortunio, tiene aprendido que, cuando se adquie-
re la responsabilidad de la buena conducta, se
SÁTIRAS É IRONÍAS
13S
paga á buen precio el respeto público que es su
gloria; y queda como los que le merecen sin su
mortificación por ello.
ENTERADO.
Bien lo recuerda: llegó como una mercadería^
consignado á un comerciante, desde cuyos alma-
cenes, en los cuales se empujaban bultos en to-
das direcciones, rodó largos tiempos, hasta de-
tenerse una vez, para siempre, en la 'áurea cum-
bre donde está.
Pero, antes de esa paz y esa quietud, ¡cuántos
tropezones y tumbos !., ¡ cuántas veces maltrata-
do por los prejuicios!, ¡cuántas disgustantes opi-
niones oídas!
¿Por qué será, como él dice, que tantas per-
sonas, por la rusticidad del envase atribuyen or-
dinariez al contenido? ¡Y cuánta gente que no
calla lo que piensa sin necesidad ni beneficio !
¡Cómo sabe él que si la discreción fuera vul-'
gar, habría mucha más felicidad en la vida de
algunos hombres !
Por eso llama absurdo de vanidad al clásico
“conócete á ti mismo”: “¿para qué, agrega, si
ignorarse puede ser casi toda la dicha de una
vida ? ’ ’
“Yo no sabía quién era, continúa, no me in-
quietaba conocerlo, y no tenía con qué averi-
SÁTIRAS É IRONÍAS
135
guarió; pero, vivía satisfecho de mí, y con la
complacencia de que invariablemente advertía
la mayor perfección en todos mis actos.”
“¿Precisaba algo más?; ¿tiene otra necesidad
la dicha de cada uno? No habría quien lo demos-
trara, y sin embargo en cierto tiempo empecé á
percibir que tanto yo como mis acciones éramos
objeto de la consideración ajena, que se juzgaba
mi persona y mi conducta, y la necedad que
hay en el fondo de cada alma humana, me des-
pertó la curiosidad de ese misterio, y atendí el
juicio extraño hasta averiguar toda su since-
ridad.”
“Es desde entonces, que sé que el infortunio
de cada uno viene de afuera, porque lo hacen
otros que el que lo padece: estamos en un mun-
do de aritméticos, donde á nadie dejan descono-
cerse, porque sin que le pida le dicen á cualquiera
cuánto es todo lo que suma.”
“Por eso sé quién soy, y sé que eso es el peor
conocimiento que se puede adquirir.”
Y tal como lo afirma lo confirma, pues, desde
que empezó á conocer lo que significaba para el
concepto ajeno, y á preocuparse de lo que de él
se pensaba, padeció la sugestión del -ambiente, y
no le alcanzaron los oídos para oir en todas las
frases alusiones, en todas las palabras ironías y
en todas las sonrisas sornas; y desde esa mala
vez, fué para él, en cualquier sitio y á cualquier
136
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
hora, todo lo circunstante, cosas y personas, al-
go así como una inmensa agencia de datos á su
respecto, dónde todo parece decirle: pregunte y
se le informará.
Por lo cual desde que supo completamente, có-
mo se le comprendía, entendió que era inferior
y se siente infortunado.
EL COLABORADOR
Es el eterno visitante generoso de todas las re-
dacciones; no precisa del estímulo de la remune-
ración para producir, porque él siente algo en la
cabeza que necesita salir, como dice, y lo lleva
errante de diario en diario, con la oferta cotidiana
de sus carillas nítidas, llenas con una letra clara,
cuidadosamente alineada, y respetuosa del margen
como de una buena costumbre.
“Buenas noches, aquí traigo algo, por si falta
original: no me opondría á que lo corrigieran,
porque lo he escrito al descuido, y sólo vale por
las ideas que, eso sí, me parecen trascendentales.”
“ Si no hay espacio en la página principal, don-
de, modestia aparte, á pesar de ser improvisado,
el trabajo merece ir, también admitiría que apare-
ciera en otra, pues he puesto mucho de mí en
eso, y creo que va á llamar la atención del lector
dondequiera que esté”.
Como se comprende, después de ese introito no
es posible dejar de preguntarle de qué trata
su lucubración, y es necesario oiide la lectura de
ella, lo que infaliblemente realiza sintiéndose presa
de extraordinaria agitación nerviosa y con la voz
de las más profundas emociones.
138
JUAN ANTONIO ZUBILLAQA
Y como á medida que avanza la lectura, va
surtiendo su efecto lo de la trascendencia anun-
ciada en las ideas, gradualmente siéntese cundir
el asombro entre los circunstantes, y á medida que
aumenta se le ve exteriorizarse en los rostros, al-
gunos de los cuales se congestionan por la conti-
nencia de las impresiones, en tanto; que en otros
ríe la indiscreción.
Entonces, cuando concluida la lectura, el autor
pasea la mirada interrogativa en torno de su si-
lencioso auditorio, se experimenta la angustia de
una incomodidad creciente, pues parece que ha so-
nado la hora de expresar la opinión, y siéntese que
el ambiente se hace irrespirable . . . hasta que in-
terviene, oportuna como nunca, y bienhechora como
una providencia, la autoridad del secretario de la
redacción, lamentando que la falta de espacio im-
pida publicar aquello en ese número, pues indu-
dablemente es una obra extraordinaria, y anun-
cia su publicación para el siguiente día.
Y al siguiente día, por una de esas infortunadas
casualidades que no es dado evitar á los más bue-
nos deseos, se pierde, infaliblemente, e! original.
UN RESISTENTE.
No aspira á la gloria, ideal de vanos, para su
irreductible criterio, que como una crónica afec-
ción cerebral, le inclina á la simpatía y la justi-
ficación de lo que procura utilidades tangibles;
pero no desprecia en la vida, más que á los que
llama inferiores porque no ambicionan sus éxi-
tos.
Cuentan que se quedó sin escrúpulos, una vez
que leyó en alguna parte, que la sociedad con-
temporánea había perdido la conciencia, y des-
de entonces decidió ser comerciante con Ids que
no advierten eso, y se dedicó á la política.
De cosas menos útiles se hace, muchas veces,
una costumbre, y él se habituó á vivir aliviado
de inquietudes, y quiso que se le aceptara eso co-
mo adaptación al medio ambiente ; no lo ha lo-
grado todavía, pero prosperó, se quedó satisfe-
y persevera.
Ahora, después de haber servido para un régi-
men, hasta merecer todas las recompensas que
recibieran sus aptitudes, comprende que el país
llega, en su evolución, á una época en que puede
hacerse difícil la supervivencia política de él y
140
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
de cuantos se le parecen; entiende que acaso le
sea útil procurar la conservación de aquello que
le dejara primar á él y otros que son tanto; se
llama conservador, y figura entre los que resis-
ten á la reacción por la efectividad institucio-
nal que se desea realizar para satisfacción del
anhelo público.
Pero: ¿este sujeto está en contra ó á favor de
la oposición nacional á su régimen? La ver-
dad es que le tiene invencible aversión,
pues la teme porque no confía en su derecho pa-
ra conservarse donde está; pero, ha tenido sus
“muy bien”, y sus aplausos en la forma más
sonora, para cada uno de los sostenedores de las
dos, opuestas tendencias.
El es así: fiel á su* programa, aleccionado por
la- experiencia grata del la conducta adoptadai,
se le ha desarrollado tanto esa capacidad que
se nombra “sentido prfáctico” y es caractería-
tica de los que todo lo hacen por el éxito, que
como aun no ha logrado ver claro en esta hora
difícil, procura dejar, en todos, la suposición
de que cuentan, con él, para decidirse en último
momento por los que triunfen.
UNA EMINENCIA.
Alguien ha contado que en cierto país lejano,
existía la costumbre de que cuando alguno in-
curría en cualquier acto punible, para castigar-
le en su reputación se hacía pronunciar su elo-
gio por el peor conceptuado en la comunidad.
Este debió nacer allá, porque habiéndose pro-
puesto engrandecer por el elogio, iba siempre, sin
que se lo decretaran, á pedirlo á los únicos que
se lo podían tributar, y que hubieran sido segu-
ramente elegidos para aplicar la mencionada pe-
I
na, donde existía la tal costumbre.
Mucho ha trabajado en hacer escribir los mé-
ritos que más satisficieran á la concepción de la
personalidad que deseaba hacerse atribuir, por los
que por valer menos le veían al través de su his-
toria, por él narrada ; muchas veces ha explicado,
á esos, que todo ha hecho admirable, lo ha visto
creído entonces, y propagado después en tanto
prosperaban su satisfacción y su fama.
Así, un día despertó reputado, y ante la consi-
deración de todos, también padeció el engaño en
que antes hiciera incurrir á los otros, y les acom-
pañó la opinión y creyó en él.
142
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Entonces empezó la vida de su significación, se
sintió fuerza, volvióse poder, y fué obedecido y
admirado : fortuna, honores, distinción, todo lo
que place en la vida, conoció; sólo que cuando
vióse allá en la cumbre del éxito, perdió lo único
-que en él valiera, la bondad, y padeció el olvido
del origen de todo aquello.
Púdosele oir en adelante compadecer frecuen-
temente á los que le habían hecho lo que se le
suponía, y que no salieran del plano de la socie-
dad en el que vinieron á la vida como condena-
dos á su ambiente.
Entretanto hace su jornada como los que va-
len, hasta que un día pase sobre él, como sobre to-
dos, el soplo de la muerte, que no distingue gran-
dezas, y le deje ai margen del camino para la es-
tatua que siempre espera á las celebridades.
Y en esa última hora, escribirán artículos, y pro-
nunciarán discursos, personalidades del mundo
oficial é intelectual, y concluirá en ‘respeto y ve-
neración lo que empezara en forma que allá, en
la tierra lejana que fuera patria de la extraña ma*
ñera de penar delitos, sería castigo.
MUSEO DE MARAVILLAS
(1) Escrito en 1912 para un número extraordinario de cEl Telégrafo
Marítimo», el más antiguo de los órganos de la prensa del Plata.
MUSEO DE MARAVILLAS.
Érase un país pequeño, con suelo erial y pocos
habitantes, reñidos como la letra y la música de
su himno, que por esa curiosa condición parecía —
mejor que la bandera — compuesto para ser el más
genuino símbolo de aquella nacionalidad.
Buenas gentes, decididas siempre á decir, con
cualquier pretexto, que tenían orgullo porque les
habían hecho nacer en aquel paraje, le llamaban
rico, aunque hasta entonces hubiera sido inútil bus-
car allí alguna fuente natural de riqueza suficiente
para atribuir á ella el motivo de la afirmación, y
.sólo pudiera ofrecer trabajo, á veces, y casi lo que
por él consigue quien lo realiza en cualquier parte .
También le proclamaban el más civilizado de
su continente porque hacían funcionar mil escuelas
elementales, y una imitación de universidades eu-
ropeas, así como porque poseía, en algunos edifi-
cios inadecuados y de mal gusto arquitectónico,
varias asociaciones sin consecuencia, que decidida-
mente llamaban de ciencias, letras y artes. . . como
decían, con sinceridad, que por su estado social cons-
tituían una democracia y por su gobierno una re-
pública.
10
146
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Allí, en 'el último decenio, se padeció un flagelo,
y en esa época, extraño coleccionista, á quien unos
decían iluso y otros llamaban sabio, formó un mu-
seo extraordinario, en una apartada gruta, sobre
cuya puerta puso “Palacio de 'la Verdad”.
Aunque abierto para la curiosidad de todos, aquel
diseretorio es inaccesible para el vulgo, porque sólo
son aptos para trasponer sus umbrales los que tie-
nen corazón para penetrar en su ambiente, y buena
vista para discernir en su penumbra.
Ayer visité aquel templo de culto tan amargo en
estos días, y al recorrer sus galerías y ver en los
cuadros que cubrían los muros, en las vitrinas y
estanterías, llenas de estatuas, cofres, y otros ob-
jetas rotulados, que todo estaba interpretado por
una inteligencia honrada y libre^ — según se apren-
día en las leyendas que acompañaban á cada pieza
— ‘Comprendí el sentido oculto de muchas cosas que
parecen otras fuera de allí.
Por eso aparecen estas notas escritas al azar, al
dictado de las impresiones sucesivas ; pero que, tales
como son, conservan algo de lo que conocí; y digo
algo, porque no es posible retener cuanto enseña
la inagotable exposición de la verdad.
Vaga en el antro, como un dios tutelar de la obra
de justicia allí contenida, el espíritu custodio del
conservador, personificado en un anciano que apa-
rece cuando el viajero evoca la suma ciencia de la
edad que enseña á ver más allá .de los aspectos y
SÁTIRAS É IRONÍAS
147
lee al través de las expresiones: su genio guía y
explica á la ignorancia que á cada paso le inte-
rroga.
*
* *
Al trasponer la portezuela que daba acceso al
interior del local, era lo que primero atraía la aten>-
^ión una columna no más alta que la estatura bu-
fnana, pero sólida y fuerte como para sostener un
mundo, y sobre la cual estaba adherido un cofre
, metálico tan seguro como si hubiera sido hecho para
guardar un tesoro.
Pregunté qué contenía, y mi acompañante res-
pondió: “algo que era objeto de los antiguos cultos
de las generaciones creyentes ; en estos días, apenas
un poco de papel impreso que sólo vale para el
patriotismo y la honradez, y ante el cual sonríen
todos los personajes de la corrupción, como ante
•uno de aquellos mitos del paganismo que fueron
•sagradas para el candor de los primitivos tiempos
de fe; su título, que ya casi no quiere decir nada,
dice todavía: “Constitución”.
■*
♦ *
Cerca de allí, hallábase una urna, en rico y her-
moso pedestal que demostraba la gran estima del
coleccionista por lo que ella guardaba .
“Fué algo muy respetable, respetado mientra*
148
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
no cayó en manos de quienes no tenían conciencia
de lo que lo hacía inviolable para la virtud” — me
dijo el autorizado guía interrogado, y abriendo la
.urna me enseñó su contenido'.
E'ran cenizas, y su nombre estaba grabado en la
.plancha de metal que las cubría como la lápida de
una 'tumba : ‘ ■ Instituciones” .
*
♦ *
Sobre una rica 'mesa de preciosas maderas, pero
muy sucia por las libaciones de los que en torno
suyo se sentaran, tantas veces, para sacrificar algo
sagrado; co(mo si ella fuera el resto de un altar
profanado en larga orgía, divisamos una osamenta
prolijamente armada en un aparato de hierro.
Nos acercamos para leer su cartel, y allí decía:
“ Esqueleto de una quimera muy venerada por los
fieles de una antigua iglesia : ‘ ‘ Sufragio Libre ’ ’ .
*
* *
Junto á un árbol robusto, pero caído y despe-
dazado, se leía: “Un gran partido”, y á continua-
ción: “Roído por la polilla de los gobiernos inde-
centes, concluyó una vez por caer niuy bajo, y des-
de entonces, cualquier atrevido', cepillando sus ra-
mas podridas, ha hedho muñecos á su imagen y se-
mejanza, y encendido las virutas sobrantes, de
tiempo en tiempo, .para seguir medrando al calor
de su fuego”.
SÁTIRAS É IRONÍAS
149
*
* ♦
En im estante, dentro de una caja de cristal,
como un feto en alcohol dentro de un frasco, veíase
jUna figura bien vestida, pero con cara de badu-
laque. Tenía leyenda titulada, y leimos :
“De Cualquiera”.
‘ ‘ Ejemplar curioso de ese tipo inconfundible que
es el incondicional de todos los gobiernos. A veces
posee riquezas, y entonces diríase que se ultraja
cediendo á su aptitud predominante. Saluda como
amigo á todos los partidarios de una situación,
^aunque no los conozca, y se distrae al pasar, hasta
junto á los de su familia, si son opositores”.
“No se destape porque despide mal olor, y des-
compone”.
+
* *
En uno de esos grandes y pesados armarios de
metal, que la industria fabrica dotados de la ma-
yor solidez, para guardar caudales, y la especula-
ción comercial anuncia y vende como “seguros
contra incendios y ladrones”, había un rótulo con
gruesos caracteres: “Caja del Tesoro Nacional”,
y debajo, un pergamino con la siguiente nota en
letra clara:
“No la pudieron violentar más que los que lle-
garon al poder con el apodo de pelagatos, por su
150
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
pobreza notoria, administraron el erario haciéndose
atribuir honradez, y cuando dejaron el mando de
la cosa pública, poseían palacios, campos, haciendas
y valores negociables de todas las clases existentes,
y adquirían más y se entregaban á la vida fastuosa
de los viajes de placer que la opulencia que alcan-
zaron les permitía”.
*
* *
Como, de pronto, advirtiera, casi oculta en un
disimulado cauce, una silenciosa corriente de agua
turbia que iba á concluir entre arena que la absor-
bía como una esponja, pedí á mi sabio guía la ex-
plicación de aquello, y accedió sonriendo, acaso por
,su amabilidad habitual, acaso por la candidez de la
pregunta :
“Curiosa reproducción, dijo, efectuada por un
aficionado paisajista, de cierto lugar que visitan dis-
frazados de políticos algunos comerciantes: es la
playa adonde llega eternamente la ola de los nego-
cios clandestinos.”
>|c
* *
Sobre un cuadro, continente de innumerables pa-
labras inscriptas en pergamino, leíase: “Vocablos
Utilizados por la Delincuencia Política”.
Podíase distinguir con claridad, patria, institu-
ciones, verdad, justicia, decencia, leyes, derechos.
SÁTIRAS É IRONÍAS
151
partidos, principios, moral, pero como continuaban,
difícilmente inteligibles, en varias columnas, pre-
.gunté qué eran los demás nombres.
“Igual que los más claros, se ine dijo: palabras
prestigiosas frecuentemente invocadas para encu-
brir infamia^; símbolos respetados por la honesti-
dad, pero -constantemente á merced de cualquier
apto para traficar con lo que es sagrado”.
*
* *
Yacía sobre un pilar de piedra, una antorcha que
aún conservaba las cenizas del último fuego que
alimentara, y por ser ella uno de los objetos re-
cientemente conseguidos — y por eso sin el acompa-
ñamiento de su interpretación — solicité que me ins-
truyera el guía, que dijo:
“Esta fué en el país, la tea de las pasiones po-
líticas, que cierta vez cayó en manos de uno que
simulando candor decía, mientras la sacudía con
.todas sus fuerzas, que la agitaba para apagarla, sa-
biendo que era así como ardería más”.
Rato hacía que fuera tornándose angustiosa la
visita, y colmada la impresión por las últimas vi-
siones, resolví dejar aquel museo de una época cuyo
calificativo parecióme oir cuando, al trasponer la
puerta, pedí todavía el nombre de un hierbajo es-
152
.1UAN ANTONIO ZUBILLAGA
pinoso y mal oliente que sobre ella surgía como la
mancha de todo aquello para la historia.
“Es un veneno, se me 'dijo, pero es lo que más
prospera, y se llama “subversión”.
EN EL PAÍS DE AQUELLOS «>
(1) Publicado por el autor en «La Bazón» cuando fiié director j redactor
de ese diario, el año 1906.
EN EL PAIS DE AQUELLOS.
I
LA VEZ DE LAS ELECCIONES UjIBRES
Tras una serena noche de verano, de esas que
suelen preceder á los días más bochornosos, allá en
las despobladas tierras de una árida playuela del
Atlántico, seiniescondida en el último recoveco del
mundo, iba á lucir el día señalado á sus habitantes
por los vencedores en la última guerra entre ellos,
hasta entonces, para ser el primero de su ejercicio
libre del sufragio que siempre acordaban las leyes
y nunca permitía el que mandaba.
Y amaneció aquel día de aquel mes y de aquel
año.
Día de luz fuerte, con pocas nubes y mucho vien-
to: varios patriotas de allá vieron en eso el con-
curso de la naturaleza para que’ el pabellón, á dos
tintas, que les dieron, permaneciera orgullosamente
desplegado para, ejemplo del mundo durante el acto
simbólico de la formidable soberanía de gentes que,
ventiladas por el pampero y remediadas con el mate,
viven mal y mueren pronto, dejando, siempre en
los que quedan, pocos, pobres y muy reñidos .
156
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Y aunque para aquella fecha, otros sujetos, algu-
nos preocupados con melena y aspecto de avidez,
Rabian anunciado á la ingenuidad sorprendida del
espíritu aldeano de los regionales, desórdenes atmos-
,féricos y trastornos seísmicos : como aquel día era
de verano, y los políticos — que .allí saben más que
los sabios — le habían destinado ’á elecciones. . . no
hubo más que elecciones y bochorno.
•
♦ ♦
Parece que en la suficiente patria de todos aque-
llos, no han faltado, hasta ahora, cada vez que se
ha necesitado armar una maquinaria política para
el gobierno de cualquiera, leyes de registro cívico
y de elecciones : y porque la adoptada la vez de esta
ocurrencia, para invocarla como vigente, dispusie-
se que el día en que se efectuara aquel acto, se
reunirían los receptores de votos de cada distrito
en sus respectivos locales, y á la hora designada:
mucho antes de ésta, apenas anunciado el día, veíase
la ciudad capital cruzada en todas direcciones por
aquellos diligentes caballeros del sufragio.
Diverso el aspecto, descuidada la uniformidad de
los grupos, iban hacia los cafés inmediatos á cada
local destinado para teatro de funciones cívicas en
aquel día, con el propósito de atender suficiente-
mente el primer deber de su mejor imoral : la con-
servación del individuo ; pero como en esos parajes
SÁTIRAS É IRONÍAS
157
de reunión y espiritualización pública, aumentada
la temperatura no atmosférica, nada contiene las
expansiones com\piicativas, y se piensa y se habla,
se opina y se dice, el diálogo se hace ardiente y la
palabra tiene voz fuerte, estallan las confidencias
y se incurre en la indiscreción; .al rato de llegar
y distribuirse allí, esa solemne mañana, aquellas
corporaciones madrugadoras, revelábanse á cada
rato, portentosos augures que apostaban á que co-
nocían los secretos de la conciencia pública, y anun-
ciaban picarescamente el advenimiento de muy
grandes hombres, faltos tan solo de personalidad
política, científica, literaria ó social, para explicar
hasta hacer comprender su triunfo sobre cuantos
disfrutaban de prestigios notorios, ó de la autori-
dad de los méritos demostrados.
Así llegaban por primera vez hasta los parroquia-
nos que no eran políticos, por hábitos de labor, ú
otro preservativo — pues la humanidad, á cualquier
hora, está repartida como es, en todas partes — nom-
bres nuevos para muchos oídos, vociferados por el
oráculo de cada mesa, y cuyas terminaciones repe-
tía, como los chasquidos de un látigo sobre aquel
pueblo, el eco de todos los ámbitos del recinto. . .
*
* *
Junto á la mesa que se diría colocada estratégi-
camente por el espíritu belicoso de los naturales.
158
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
en el patio de un colegio donde parece un parapeto
destinado á presentar resistencia al adversario, he
ahí, erguidos sobre sus mayores extremidades, á los
miembros de una de tantas comisiones receptoras
de votos populares, que se va á instalar para des-
empeñar sin entreactos, la más bella función cívica
á que, cada tres años, puede asistirse hasta durante
diez horas, en los pueblos libres como aquél.
Son cinco de los diez que como se anunciaba
antes de la fecha señalada para ello, resultaron elec-
tos por voto incompleto, en la Junta Electoral, cuyo
augusto templo tiene infaliblemente siete ecos acor-
des para .lanzar á todos los ámbitos de la nación
los nombres de los triunfadores, dictados á sus
conciencias por el Dios tutelar de aquel régimen así
'democrático .
‘Una chispa produce un incendio si la soplas,
pero se apaga si escupes sobre ella”, reza el Ecle-
siástico, y apenas una rápida pregunta ingenua-
mente formulada por el sujeto de un extremo de
aquella fila de. héroes, al decir con aire misterioso
á su vecino : ¿ á quién tenemos que elegir presidente
de este grupo? colmó de indignación al interpelado
— ^que ep aquel trance le había cabido en suerte
pertenecer á una de esas absurdas minorías desti-
nadas siempre á exponer buenas razones, y á ser
infaliblemente derrotadas tantas veces como las ex-
ponen, — .el eüal afirmó que debiendo designarse
allí por votación libre al que iba á presidirles, no
SÁTIRAS É IRONÍAS
159
«staban para cumplir órdenes, y estas palabras tan
sinceras como respetables, obtuvieron la réplica á
que fatalmente estaban destinadas por parte del pri-
mer interlocutor, quien nerviosamente hizo constar
en tono áspero, que como él, en cambio, pertenecía
al terceto que hacía la mayoría en aquella mesa,
tenía deberes sagrados, de cuyo cumplimiento no
le era dado apartarse en su conducta gloriosa de
aquel día, y que sólo creyéndole, equivocadamente,
compinche, le había consultado.
Pero, después de esta escaramuza preliminar, des-
lindadas las antagónicas posiciones de los cinco cir-
cunstantes, y establecida la 'necesaria inteligencia
entre los tres elementos de la mayoría, con facilidad
insuperable se nombró presidente y secretario de
aquella comisión, que de inmediato se hizo cargo de
la urna del Registro Cívico correspondiente á su
distrito: todo como lo dispone el artículo necesario
de la ley de elecciones que se estaba cumpliendo
allí de esa manera.
*
:k
Entonces, solemne como puede y le parece bas-
tante, alambrino y con lentes, se pone de pie el
agraciado con toda la majestad de aquella presi-
dencia ; con nerviosa agilidad recoge las mangas de
5 a levita en que hubiera dicho algún indiscreto que
estaba como una ‘flauta en funda, y tomando con
160
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
limpieza entre sus flacos dedos la urna del sufragio
popular, la enseña á los presentes, sus compañeros
de mesa, y les dice con esa locuacidad tan abun-
dante en la oratoria ferial : ‘ ‘ Extraordinariamente
numeroso y cada vez más respetable público :
“He aquí el muebleeillo de marras; vacío como
la mayoría de nuestros bolsillos; limpio como para
recibir la más pura ofrenda de la conciencia cívica ;
bondo como para guardar todo el papel que con-
tenga la voluntad escrita de las multitudes de este
distrito.
“He dicho vacío, limpio y hondo, y como manda
la ley, previsora hasta contra nosotros, que, así, se
le cierre con dos llaves, lo hago con ellas, á la vista
de la muchedumbre, y guardo una, dando otra á
mi secretario como está dispuesto por la legislación
inviolable y soberana de estas funciones honrosas’'.
Y terminada la alocución inicial de las tareas
políticas de aquella jornada, ocupó con la evidente
satisfacción del que emprende una obra para la cual
sabe que sirve, la silla central que le estaba reser-
vada entre las que había en torno de aquella mesa
revestida como un altar de sacrificio.
Entonces — inevitables riesgos á que están expues-
tos los cometidos oficiales doquiera impere el régi-
men de las democracias indiscutibles — hubo un
transeúnte, un cualquiera de esos que parecen durar
demasiado, para ejercer la crítica que sólo es posi-
ble á la experiencia del que ha vivido, hecho y
SÁTIRAS É IRONÍAS
161
visto mucho, que dijo riendo, y como dice el que
sabe por qué ríé: — (Hace inuelios años, que en um
'día como éste, yo vi á un sujeto parecido, en una
jplaza, sobre un carruaje, arremangada la levita,
llamando respetable público á diez granujas, y en-
señando un chisme entre sus manos, en tanto que
decía: ‘'Señores; esto es como la prueba del titi-
xivé, quien más mira menos ve”.
*
Hasta las . cinco de la tarde sucedió aquella vez
la llegada solemne de los depositantes de papelillos
¡que contenían la sagrada decisión de aquel pueblo
de poca vida y mucha historia, respecto de sus fu-
turos legisladores, y durante todo el transcurso de
esas horas de labor política, pudo asistirse al con-
movedor espectáculo, genuinamente democrático, de
gentes esclavas de sus deberes cívicos, que, entre
misteriosas gesticulaciones de inteligencia, señales
distintivas, y no disimulada obediencia á cada di-
rector de las diversas fracciones de aquellas hues-
tes, llevaban, con visible tranquilidad, hasta la urna
de las libertades políticas, el dictado exclusivo de
sus conciencias, entregaban allí el símbolo de su ma-
jestad inalienable, y se retiraban, modestos como
siempre, pero satisfechos después de su hazaña.
¡ Qué hermoso ! Como afirmaba un joven conven-
cido de que después del acto electoral sería mejo-
11
162
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
fado en su carrera por un ascenso, “se hubiera
dicho que allí todos los votantes triunfaban”, lo
cual si como es sabido no puede suceder donde se
lucha, en cualquier forma, estaba motivado, sin em-
Jiargo, por la confianza que irradiaban todos los ros-
tros; por la uniformidad de la complacencia que
inundaba todos los semblantes; por la inteligencia
que parecía presidir todo aquello; y por la convie-
,ción del éxito que se podía leer en el aspecto de
todos, y que, se hubiera afirmado, dimanaba de que
^llí no había más. que un bando, que sólo una frac-
ción sufragaba, que todos los votantes eran de una
misma comunidad.
¡ Estupenda evidencia del libre juego de las ins-
tituciones republicanas, que parecía estar gritando
al espectador indiferente: “estas cosas cuando se
hacen bien son irremediables”.
Claro que allí como en cualquier parte, y acaso
más que en muchas otras, en adelante podría decir
la prensa de oposición — que, como es sabido, no está
libre siempre de ser instrumento de semejantes in-
justicias — que todo aquello apenas era solamente la
perpetración del fraude electoral conocido desde
tiempos viejos por aquellas regiones:. pero para los
espíritus ecuánimes, y para el observador de con-
ciencia, que examinara aquello sin pasiones, y sen-
cillamente dispuesto á averiguar la verdad, para ese,
indudablemente allí estaba votando un pueblo, cu-
yos sujetos mostraban á todas luces que sabían á
SÁTIRAS É IRONÍAS
163
(Jónde, por qué y para qué iban; sujetos que se
estaban dando la representación que querían, y aca-
so la que merecían, en ano de los poderes del país,
y haciéndolo en la forma prescripta por la ley vi-
gente para el más coinpleto ejercicio 'del albedrío
de cualquiera.
Indudablemente allí cada uno sabía por quiénes
tenía que votar, y lo hacía: ¿no es -eso, acaso, la
.esencia de toda democracia?
Por eso hemos dicho que lo que sucedía allí eran
elecciones libres, y si alguna vez hubiere menester
de demostrarlo cualquiera de los favorecidos por el
prestigio en -aquella ocasión, para afianzar su per-
sona en la banca del parlaiménto integrado de esa
manera, ya se verá cuán fácilmente confirma el tal
nuestro aserto, contribuyendo con los alegatos y tes-
timonios necesarios á la sanción del hecho que algún,
día dará todo el brillo de su gloria á alguna página
de los anales de aquella patria.
Ya se verá cómo, aquello que á primera vista
tenía que sorprender á cualquiera, y que poco á
poco concluirá por no sorprender á nadie allí, fué
alguna reacción debida á mandatarios ejemplares y
pueblos regenerados, contra sabe Dios qué gandules
faltos de principios y sobrados fines que, probable-
mente, sabrá el Diablo lo que habrán hecho en otros
días por aquellos lugares.
164
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
vr
* *
Cumplieron, como buenos, en torno de una mesa,
nllá en la brecha democrática, y vuelven del lugar
de la acción cívica como el Estado Mayor de un
ejército después de una batalla.
La noche que se acerca, obscurece -gradualmente
la tarde, y ellos van para otra mesa: aquella del
café donde se habían congregado en la mañana de
aquel día memorable en los fastos de la democracia,
para el previo fortalecimiento espiritual que en ta-
les y en parecidos trances impone la previsión, ó la
costumbre, á los agentes expertos en bregas electo-
rales.
Grraqde es otra vez la animación en el local de
los comentarios antecedentes y posteriores al acon-
tecimiento del sufragio de aquel pueblo : ahora el
número de concurrentes es mayor que al empezar
el día, y en la claridad de la luz eléctrica irradiada
¡desde los arcos voltaicos pendientes sobre la concu-
rrencia como otras tantas linternas destinadas á re-
velar los detalles de lo que pasa ante sus focos, apa-
recen las figuras alegres de varios 'proclamados
triunfantes apenas terminara aquel ejercicio de la
más adelantada estrategia comicial.
Y de nuevo, la palabra toma voz fuerte, estallan
las confidencias, se incurre en la indiscreción ; en el
cambio de impresiones nadie advierte que le eseu-
SÁTIRAS É IRONÍAS
165
chan; el nuevo diputado declara la alegría que le
causa la confirmación de la promesa cpie de su
triunfo le hiciera quien puede hacerlas al respecto;
varios miembros de las comisiones dignas de aquel
día, no pueden contener la impaciencia que los do-
mina por oir confirmar á los nuevos representantes
de la soberanía demostrada como queda explicado,
por el pueblo, con el cual no se juega, á ese res-
pecto; y vuelan y chocan en el espacio, frases que
recuerdan pactos, expresiones referentes á convenios
anteriores, y que dicen entre el desorden, que con
ser mucho no logra quitarles el sentido, más, bas-
tante más, que cuanto alcanzara para llenar un
libro, acerca de la índole propia, y significación ca-
racterística del acto que terminaba así' en nombre
de los habitantes de la nación aquella.
Cuando el cansancio por los comentarios y la ra-
tificación de lo estipulado en otras partes, entre
aquellos sujetos próximos á ver cumplidas sus as-
piraciones, hubo desalojado casi el total de la con-
currencia: dos favorecidos por la justicia de aquev-
llas elecciones, mediante la recompensa de sus me-
recimientos de toda especie, con dos bancas iguales
que las demás en la Cámara de Diputados, decíanse
mutuamente, y siempre con el más perfecto acuer-
do de sus opiniones, todo cuanto se les ocurría pre-
guntar de lo que ignoraban, ó establecer como sen-
tencia de lo que creían su ciencia y su experiencia.
Y aquel diálogo que, aún siendo como era — en
166
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
¿iquel paraje, en aquella hora, y entre hombres nue-
,vos — contenía más de una lección, terminaba al rato,
dejando una elocuente enseñanza como final de to-
dos los acontecimientos políticos de aquel día, en las
que fueron sus últimas frases :
— Yo te repito que esto ha sido, es, y será siem-
q)re, como yo lo había supuesto; conseguidas por el
Oobierno las Juntas Electorales, después tiene como
quiere todo: comisiones de inscripción, comisiones
^receptoras, y hasta á nosotros, que también vamos
á distribuirnos en comisiones de la Cámara, para
trabajar, al fin y al cabo, no por nuestra cuenta
sino. . . apenas en comisión.
— 'Sí, al fin tuvimos buenas elecciones en mi con-
cepto, y ahora: .de-spués de una vez, siempre.
ir
LA SESIÓN INAUGURAL
Es el hispano, viejo cabildo de la plaza, con sen-
cilla arquitectura colonial.
De piedra — que es lo más abundante y sólido en
aquel país de canteras, cantos y adoquines — se ele-
va su maciza mole luciendo sus fachadas llenas de
líneas rectas, como una ironía para muchas conduc-
tas torcidas que pasaron entre honores bajo sus
arcadas .
Está frente al templo donde los que pierden la
SÁTIKAS É IRONÍAS
167
esperanza, por aquellas comarcas de' este bajo mun-
do, van á buscar el consuelo divino de las alturas
á las cuales elevan con fervor sus preces, y una de
cuyas terrezuelas anuncia por un campanario, se-
gún un reloj que contiene, y cuenta el tiempo de
jaquel pueblo, los instantes que se fueron para no
volver, como la vida que se va para siempre del
organismo, con la sangre derramada gota á gota .
i Y cuántas veces, en aquella esfera y con aquellas
campanas, se anunció la hora •inicial de muchas .y
diversas grandezas de allá, ó se señaló el minuto
final de muy diferentes éxitos entre aquellas gen-
tes!
*
♦ ♦
Hoy, son radicalmente diversos los destinos reser-
vados á los amplios cuerpos de aquel edificio siem-
pre ocupado por dependencias del gobierno, y es,
sin duda, muy compleja la condición de los que
dentro de las veinticuatro horas de cada día pasan
entre sus paredes, y más ó menos voluntaria y com-
placidamente, algunos ratos.
Desde los más concienzudos y expertos reforma-
dores de la legislación que allá rige — provisoriamen-
te copiada de todas partes — ^hasta los más consue^
tudinarios infractores de ella por impaciencia para
esperar sometidos á la continencia, y resignados á
no tomarse par su cuenta las libertades todavía no
168
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
decretadas: todas las clases y todas las castas, se
alojan ó son alojadas — y á veces desalojadas — entre
aquellos muros empleados para encerrar de todo.
A la derecha y en lo alto, como cuadra á sus ele-
vadas funciones, los que legislan; á la izquierda y
en la planta baja del edificio, los que hacen policía ;
y en 'el fondo los que beben, roban, riñen y están
sucios;
Nosotros vamos á ir á la derecha porque vamos
/á ocupamos de los del piso alto, de aquellos que
' (Cuidan -de la sociedad hasta salvarla, y guían á los
pueblos hasta hacerlos dichosos : haciéndoles leyes ;
recetándoles conductas para la salud; aplicándoles
ciencia de universidad, experiencia de libro, y con-
sejos de redentores.
' ♦
♦ ♦
Transcurre la segunda mitad de un día hermoso ;
van algunos vecinos más que otras veces, por las.
calles inmediatas al local del Cuerpo Legislativo;
jen el interior del edificio es mayor que otros días
ja animación . .
Unas gentes extrañas, sin caras conocidas, están
alojadas, no se sabe desde cuándo, en el local des-
tinado al pueblo, tan soberano en la puerta donde
no puede pasar, como en las gradas donde está sen-
tado protestando Contra los que le incomodan por
ireemplazarle . *
SÁTIRAS É IRONÍAS
169
Es e\ día inicial de las tareas de los vencedores
la vez de las elecciones libres; los ugieres están
conmovidos por la solemnidad de lo que allí va á
ocurrir; y el pueblo que como en todos los actos
oficiales en que tiene que estar presente, ha llegado
tarde, deja caer con curiosidad su mirada sobre cada
uno de sus representantes, que van llegando á las
antesalas, y detiene en ellos su observación -como
sobre las cosas difíciles de entender, y que, aún com-
prendidas, cuesta creer.
Y van pasando los elocuentísimos oradores de ma-
ñana; los sociólogos trascendentes, desde ese día;
los profundos legisladores del porvenir; todos los
que durante tres años van á pronunciar bellísimos
y conceptuosos discursos; á plantear y resolver
avanzadísimos problemas, sociales, económicas, y re-
ligiosos ; los que se anuncian con el designio de las
más radicales innovaciones, y traen el espíritu de
la más completa regeneración.
♦
*
Desde el local reservado para algunos concurren-
tes á la sala donde tiene lugar aquella asamblea
general ; desde allá junto al techo, cóncavo como
para rechazar hasta las bocas de que partieran, las
palabras proferidas en nombre del pueblo que allí
debería estar representado; desde aquel paleo siis^
pendido en lo alto como la barquilla de un globo
170
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
«obre la obscura superficie de la tierra donde mue-
ver al hombre los bajos intereses de la vida; ¡qué
curiosa se ofrece á la mirada del espectador la ma-
nera cómo sucede el acto solemne de aquel día!
Todo es breve, rápido y sumario allí; por supri-
mir cuanto no sea indisx>ensable, y abreviar lo ne-
cesario, faltan casi todos los miembros de las dos
corporaciones llamadas por allá legislativas, y de las
-cuales no se pudo conseguir aquella vez, para ini-
ciar sus sesiones, más que tres senadores y veinti-
cinco diputados: un extranjero afirmaba, sin reir.
,que aun esos habían sido disimuladamente llevados
.hasta allí por el regimiento que debía rendir hono-
res á la asamblea nacional, y cuya acción sería pre-
miada — según costumbre inveterada en el país — con
un ascenso otorgado al jefe por los mismos reunidos
de esa manera .
*
* ♦
Empezó la sesión augural de todas las demás,
á las cuatro de la tarde, y acaso por la impresión
,que dominaba á cuantos por la primera vez allí se
veían, ninguno de ellos pronunció el primer dis-
curso de la serie de los que más tarde habrían de
revelar sus dotes tribunicias, su profunda versación
en cualquier materia, su independencia de carácter ;
de esas series que solicitan, afanosa é inútilmente,
los impresores, ávidos de las utilidades que les de-
SÁTIRAS É IRONÍAS
171
jaría la edición de esos modelos de la oratoria par-
lamentaria, y de los tesoros de ciencias políticas,
sociales, econólnicas, y de toda índole, que contie-
nen.
Pero, en cambio, se leyó el mensaje enviado por
el’ Presidente de la República; aquel que hablaba
de todas las guerras y todas las paces sucedidas
hasta entonces ; el que atribuía al enemigo todas las
culpas, y. establecía la gloria del vencedor; el que
afirmaba que la paz sería perdurable y la situación
inconmovible .
Esto, aunque tampoco tuvo el poder de hacer ex-
presar ideas contrarias, ó afines con las expuestas
en su texto, tuvo, sin embargo, la virtud de arran-
car un signo de aprobación á los circunstantes, de
.hacer irradiar alegría á sus rostros, y de pi*oducir
el aplauso de sus manos. '
Eso fué todo: así el principio de lo qué siempre
continuaría siendo igual .
*
* *
«
Al abandonar su sitial, el extranjero, para retirar-
se, conteniplando desde lo alto, todavía, aquel con-
junto de cráneos negros diseminados allá en el fondo
obscuro del recinto, estrecho y largo como una cueva,
movidos igualmente al oir la lectura del mensaje
presidencial, decía — con la espontaneidad propia del
humorista que se oculta siempre tras de la erravedad
172
JUAN ANTONIO ZÜBILLAGA
exterior de cada sajón — que encontraba aquello pa-
recido á 'un cajón de clavos, donde también todas
las cabezas tienen un solo objeto,
Y era verdad .
ÍNDICE
Página
Dedicatoria 5
Gente eximia 9
' .
Un alma ecuánime . '*'10'
El del presentimiento 13
Anticipado • . 1&
Pergamino . . 17
Un elemento avanzado . 10
Incoraprendido .... 21
Un genio ... . . ... 24
Catavientos .... ... 20
Liberato 28
Un necesario ... ... . • 31
Un letrado . . . . 34
Tácito 36-
Un protestante . * 39
Un sentado 42
El esclavo de su condición. ..... 44
Pingüe .......... 46
Bien envuelto ... ... 48
Evolutivo . . 50
Pedestre . . . 52
Un arraigado ... . . . . .55
Bijou . . . . 57
Comodín . . 59
Un autor ........ . 62
Confeso 7 aprovechado . . * . 65
Solemne vacío .... 67
176
Indice
Páginí»
Intranquilo. . . 69
SuficicMite 71
E! era un sér superior ... ... 73
El de la debilidad . 75
Idemista ... .... 78
Un desatendido . ... 81
Jubiloso j ... 83
Un sabio . . . . . . . 85
Distraído ....... 88
Circunloquios . .... . ..... 90
Satisfecho . . . . . 92
Un austero . . . . 94
Uno que va á la calle . . 96
El más fiel. ... ... 98
Un símbolo ... 100
Un hábil . ... 102
Incitatus * . • . ... . 104
Bienvenido. . 106
El intérprete ...» . 109
Uno que fué intransigente ... . • 111
Equis . - 114
' Misterio . 110
«Le plus outrancier» . . 118
Tipo-Tape .... 120
Trajeado .... . . 122
Uno que ha caminado . • 125
El y su obra • 128
Un puritano • 181
Enterado . ... ... 134
El colaborador 187
Un resistente • • 189
Una eminencia . 141
Museo dk maravillas . . 143
En el país de aquellos 183
I. La vez de las elecciones libres . 155
II. La sesión inaugural • • 100
EN IMPRESIÓN
“CRITICA LITERARIA”
POR
JUAN ANTONIO ZUBILLAGA
Juicios sobre libros de derecho y literatura de
divelsoslautores, y un extenso estudio critico de to-
das las obras de don José Bnrique Rodó.
El Editor.